Otra vez, Santo Domingo somos todos

Otra vez, Santo Domingo somos todos

Cuando hace un par de años  algunos  ciudadanos, bajo ese lema, nos opusimos al crimen ecológico urbano que escenificaba el síndico de la capital en su aplicación del “Plan Verde”, nunca pensamos que ese movimiento debía estructurarse permanentemente. Fue un error. Había surgido por la indignación que suscitaba la tala de árboles de sombra, -necesarios en nuestro medio tropical-, para sembrar palmas (como en Miami) ya que el impacto ecológico negativo era muy alto, tanto en el lugar de extracción de las palmas como en la ciudad, porque además sus probabilidades de sobrevivencia eran muy remotas, por el ambiente urbano hostil y la falta de mantenimiento (riego).

Las razones se diversificaron por el abusivo costo de esas palmas, la “asfaltización” de la capital (isletas inaccesibles para los discapacitados) lo que suponía un negocio rentable entre las partes involucradas y, sobre todo, una elevación sensible de la temperatura de la ciudad, sin hablar de  los métodos anti-democráticos del síndico que revelaba su insistente práctica excluyente de no participación de la ciudadanía en la toma de decisión.

Ese movimiento había sido precedido de varias protestas anteriores contra la construcción de la Isla Artificial y  de un  helipuerto en la plaza Omar Torrijos. Después, siguió la recuperación de intersección “muerta” en la ciudad para construir “canquiñas” vistosas pero sin acceso seguro y alegando la recuperación de espacios públicos, se controló el acceso a la ciudad al sector informal. Es evidente una concepción errónea de la gestión de los espacios públicos, una actuación autoritaria  orientada hacia la consecución de objetivos excluyentes a partir de  políticas transculturales ajenas a nuestra cultura y a nuestra cotidianidad porque no se adaptan  a nuestro clima, a nuestra ciudad, a su escala, volúmenes y tamaño.

En este año 2010, se impone a la ciudad un parque temático anti-pedagógico, inquietante por el tamaño y volumen de sus figuras, sin relación con su entorno, de mal gusto en la entrada de un barrio residencial como Arroyo Hondo y en una esquina no apta para un parque de recreación. El síndico habla de propósitos educativos (educación y ecología) nosotros hablamos de despilfarro, transculturización y autoritarismo. Definitivamente a  ese parque, de verdad, solo le falta un animal.

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