¿Otra vez?

¿Otra vez?

El director aeroportuario, señor Andrés Van Der Horst, anunció que las operaciones que se realizan en el aeropuerto de Herrera serán trasladadas en ciento veinte días al joaquín Balaguer, una terminal que, al parecer, ha costado tanto como uno de los grandes aereódromos de grandes ciudades.

¿Sería mucho pedir que el gobierno dijera cuanto costó a los contribuyentes ese aeropuerto iniciado durante la pasada administración del doctor Leonel Fernández?.

¿Resultaría incómodo, por no decir otra cosa, que se preguntara cuál es la diferencia real entre el costo anunciado cuando se comenzó la obra y la inversión final realizada en una especie de barril sin fondo?.

¿Molestaría que se requiriera informar a la ciudadanía como fueron negociadas las tierras del viejo aeropuerto de Herrera para pagar deudas contraídas por el Estado con sus contratistas? ¿A cómo se valoró el metro cuadrado allí?

¿Será esta la vez definitiva en que se anuncia el inicio de las operaciones del aeropuerto conocido como Guarícano, un aeropuerto construido pese a las objeciones técnicas al sitio escogido?

¿Ya los organismos federales de los Estados Unidos están convencidos de que hay seguridad para que sus naves aterricen allí y, por tanto, certificar la obra?

Hay muchas interrogantes alrededor de este asunto. Sería justo, ya que al parecer no se puede aspirar otra cosa en este maleado medio, que cuando menos se dijera al contribuyente que parte de sus impuestos se han destinado a una obra de costo multimillonario que aún no ha podido operar.

¡Acción!

Nunca antes, con tanta fuerza, se había expuesto al país el desastre que constituyen las cárceles. Y no es para menos.

Más de ciento treinta personas perdieron la vida en un incendio en la prisión de Higüey, prisión cargada de reclusos preventivos y en la cual, para colmo, hasta un hombre descargado cuya orden de libertad fue dilatada, pagó con su vida la irresponsabilidad existente en un sistema penitenciario anacrónico y criminal.

En los últimos días, de todo se ha dicho en relación a las cárceles del país.

Hay una especie de factor común en el sistema, y es la corrupción que impera entre reclusos y autoridades civiles, militares y policiales.

La cárceles, en vez de centros de regeneración para los reclusos, se convierten en centros de perversión e irrita saber que agentes de esa perversión son dizque autoridades pagadas por los contribuyentes, autoridades que bien merecen también estar tras las rejas.

Se sabe, de sobra, que las cárceles están superpobladas, que el hacinamiento es característica común en las edificaciones. También que esas edificaciones son antiguas, desprovistas de medidas modernas de seguridad.

Es increíble que de cada cuatro presos, tres de ellos sean preventivos, es decir, que sus casos no hayan sido conocidos por la justicia.

En las cárceles dominicanas falta todo, hasta la vergüenza. Después de la tragedia de Higüey, mucho se ha hablado. Ahora lo que falta es acción, mucha acción, para corregir fallas.

Que lo de Higüey no se olvide, pues eso no es solo el drama de esa población. Es el drama de los presidios dominicanos.

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