Otras negaciones de la proceridad duartiana

Otras negaciones  de la proceridad duartiana

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En su trascendental exposición del 27 de febrero de 1894 ante el Congreso Nacional resaltando los merecimientos de Duarte, afirmaba Don Emiliano Tejera: “medio siglo cumple hoy la República Dominicana. Ya es tiempo de que los héroes de la Independencia sean honrados como lo merecen sus grandes hechos. De la Patria nada han recibido. Mucho de ellos han muerto en el destierro, forzado o impuesto por las circunstancias y aun tumba tienen en la tierra que redimieron. Al glorificarlos, quien se enaltece en realidad es la República; porque ellos, en la lobreguez del sepulcro, no sentirán conmovidos sus huesos, ni por los elogios tardíos que se le prodiguen, ni aún por el desconocimiento de sus grandes méritos, si existieran todavía almas ingratas que tal hicieran. Pero la Patria sí, se engrandece, al perpeturar el recuerdo de sus acciones, porque tuvo hijos de espíritu elevado, de abnegación ilimitada, que por su bienestar y progreso no vacilaron en sacrificar su fortuna, su familia, su porvenir, su vida misma”.
No bastaron tan elevadas ponderaciones para obtener la autorización solicitada por la Junta Pro-Estatua a Duarte, pues mediante Resolución Núm. 3392 del 11 de abril de 1894 el Congreso Nacional ordenó construir “un monumento alegórico impersonal, vaciado en bronce, que simbolice la Independencia Nacional” pero sin referirse en ningún momento a la principalía de Duarte.
Sustentaron su decisión en que “Mella, Duarte y Sánchez merecen, por virtud de la principal participación que tuvieron en la propaganda y realización de la idea redentora, pasar a la posteridad conservando en ella la personificación del ideal patriótico que confundió a los tres próceres en una aspiración común y única: la de la emancipación politica de la familia dominicana, representando también en el cielo de la inmortalidad, no a tres personalidades distintas y divisibles, sino a tres personalidades indivisibles, a imagen de la estrecha unidad de miras y sacrificios que los confundió en la practica en una misma virtud cívica”.
De este modo quedó consagrada la tríada de los Padres de la Patria que hoy veneramos, la cual, justo es reonocerlo, no estuvo ajena a las rivalidades ya suscitadas entonces en torno a quienes, desde diferentes litorales, pretendían cuestionar la proceridad de Duarte.
A tal punto llegaron las mismas que el notable historiador José Gabriel García afirmó en 1897 lo siguiente: “No contentas las pasiones en su afán de regatear glorias a unos para atribuírselas a otros, con combatir a Duarte con Sánchez, a Sánchez con Mella, y a los tres con Santana, apelaron a la invención de que la idea separatista no fue obra de Duarte sino del Padre Gaspar Hernández. Por supuesto que nunca pudieron presentar en su apoyo un documento porque no lo tenían, ni aducir otra clase de prueba porque no la había; pero lograron que la propaganda fuera abriéndose paso, a punto de que muchos hubieron de darle crédito de buena fe”.
Fue necesario esperar más de tres décadas para que fuera inaugurada la estatua a Duarte, hecho ocurrido el 16 de julio de 1930 cuando ocupaba de forma efímera e ilegítima la Presidencia de la República el Lic. Rafael Estrella Ureña, resultando seleccionada la propuesta del escultor italiano Arturo Tomagnini a la cual precedía otra del catalán Pedro Carbonell, quien desde 1899 había proyectado al efecto una maqueta de yeso.

Este prestigioso escultor tenía en su haber el mérito de haber diseñado y construido el Mausoleo a Cristóbal Colón frente a la Iglesia Catedral de Santo Domingo.
En uno de sus valiosos trabajos resalta el historiador Orlando Inoa el artículo escrito en 1913 por Joaquín Ulises Alfau, en el cual exalta los méritos de Mella por sobre los de Duarte y Sánchez, cuando afirmaba: “Su tiro del Conde es un símbolo. Lo creo superior a Duarte y a Sánchez. Empero, cuan dignos de nuestra admiración y nuestro amor son, Juan Pablo Duarte y Francisco del Rosario Sánchez, padres legítimos de la Patria, conjuntamente con Mella. Sin embargo, en lugar de decirse Duarte, Sánchez y Mella, deberíamos decir: Mella, Duarte y Sánchez?” (Orlando Inoa. En “Duarte Revisitado”, pág. 191).
Uno de los intelectuales con mayor incidencia en propagar la leyenda de la debilidad de carácter en Duarte, con propósito de exaltar los méritos de Sánchez, lo fue, sin duda, Don Américo Lugo, en tantas facetas merecedor de admiración perenne, aunque no en este punto. Aunque posteriormente reconocería sus yerros, al referirse a Duarte, afirmaría de este último en artículo publicado en la revista Bahoruco en marzo de 1934 que: “… ante la persecución y la inminencia del peligro, las cuerdas de su virilidad se aflojaron y rompieron”.
Luego afirmaría que: “Juan Pablo Duarte es el fundador de la Trinitaria. Sánchez es el independizador de la República, porque él realizó lo que Duarte habría realizado si a esta figura inmaculada no le faltara el don del heroísmo, esencial en todo libertador de pueblos”. (Américo Lugo en Patria. Selección. Archivo General de La Nación. Volumen XLV. Santo Domingo, 2008, Págs… 205 y 206).
“Acá estamos los dominicanos, unos para gozar, y son los más, y otros prestos al sacrificio por la honra y la existencia de esta República que Duarte soñó y que Sánchez creó…”
Al referirse a juicios tan carentes de ecuanimidad y contextualización histórica, afirmaría Don Vetilio Alfau Durán: “…las opiniones de Américo Lugo, revestidas de una solidez engañosa, no resisten al menor análisis.”. (Las “virtudes viriles” de Duarte. Revista Clío. Enero- Agosto 1968. No. 123.
Si alguien conoció por dentro la Era Trujillo fue Joaquín Balaguer, a la que sirvió sin interrupción durante 31 años. De su autorizada pluma son los siguientes enjuiciamientos: “Trujillo desterró a Duarte de las escuelas nacionales. El culto a la personalidad del autócrata, impuesto a través de tres décadas de propaganda sistemática, caló en la mente popular hasta el extremo de que la venerable figura del Padre de la Patria, pasó a ocupar un segundo plano en la devoción de varias generaciones de educandos. Para disminuir y empañar su figura, se quiso oponerle la de otro héroe cuya vida y cuyas ejecutorias constituyen una negación de todo lo que Duarte significa para el pueblo dominicano la del general Pedro Santana”. (Joaquín Balaguer. Cartas, entrevistas, conferencias, discursos y artículos de opinión 1961-1965. Estudio, compilación y notas de Cándido Gerón).
Continuaba afirmando: “algunos historiadores de relieve se prestaron a secundar en ese sentido los empeños oficiales, durante mucho tiempo se citó más en la prensa y en las publicaciones de La Academia Dominicana de La Historia el nombre del autor de la anexión a España que el del Fundador de la Republica”.
“Se intentó inclusive ofrecer a las nuevas generaciones una imagen distinta de la anexión a España. Según esa interpretación capciosa, ese crimen de lesa patria fue una empresa de preservación nacional que se llevó a cabo para impedir la absorción por Haití de la nacionalidad recién creada el 27 de febrero de 1844”.
“Yo tuve el honor de contarme entre los que se opusieron a esa profanación histórica, y con ese fin publiqué una biografía del Padre de La Patria, del Cristo de la Libertad, que a falta de otros méritos tiene el de ser una apología romántica pero emocionada y calurosa del primero de nuestros próceres, y una crítica sin reservas de las ideas y de los principios que Santana encarnó durante nuestro primer cuarto de siglo de vida independiente”.
Desde la perspectiva de tan encendida admiración Duartiana resulta difícil asimilar, aún en la actualidad, que quien pensaba de este modo, añosdespués, decidiera, ¡Oh ironías de la historia!, llevar desde el Seíbo hasta el Panteón de los Inmortales de la Patria los restos de Santana. Tan desazonante determinación, hija de la “real politik”, como todas las decisiones que tomara en su dilatada trayectoria política el legendario político, a cuatro décadas de instaurada, no deja de ser objeto de repulsa, debates y cuestionamientos que propugnan por su debida rectificación.
El proceder del Trujillismo con relación a la memoria de Duarte que de forma tan aserva juzgara Balaguer, encontró su expresión en diversos momentos y decisiones que en el presente trabajo serán detalladas de forma escueta.
Oficializado el himno nacional mediante la ley 700 del 22 de mayo de 1934 no tardó un año para que un destacado funcionario trujillista en un mitin celebrado en abril de 1935 expresara que: “señores, ya falta la estrofa que cante las glorias del varón extraordinario que está forjando a la nación que se creyó imposible”.
Es decir, era ya perentorio que el nombre de Trujillo figurara en el Canto Patrio junto a los manes inspiradores de la República. La fórmula encaminada a concretizar la propuesta provino del poeta Vegano Francisco Álvarez Almánzar, mejor conocido en su época como “Don Pipí, el poeta de las rosas”, quien en misiva remitida al periódico Listín Diario en el mes de abril de 1935 argumentó que “el nombre de Trujillo debía ocupar su puesto en el Himno Nacional”, proponiendo una modificación de su quinta estrofa.

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