Otras violaciones comunes a la ley de tránsito

Otras violaciones comunes a la ley de tránsito

DIÓGENES CÉSPEDES
Una de las violaciones más comunes a la ley 241 es la existencia de una ejército de parqueadores que, garrote en mano y un cartón para que no le dé el sol al cristal delantero, te amenazan con que no son responsables de lo que le pueda suceder a tu vehículo si no accedes a dejarlo en sus manos o si te quedas callado cuando te dicen:  Jefe, Doña, se lo cuido, conmigo está seguro. No hay manera de que el Ayuntamiento o la Policía pongan coto a estos desmanes de gente que se apropia, bajo extorsión, del uso privado de las calles de la ciudad para retirar un beneficio pecuniario individual, cuando la realidad es que esas vías públicas pertenecen a todos los ciudadanos.

Justamente, todos pagamos impuestos para que el Ayuntamiento y la Policía den seguridad a los ciudadanos de que su propiedad privada (los vehículos) está garantizada, sin que haya necesidad de estos «guardianes privados», constituidos en un monopolio de la violencia. Pero los políticos toleran que esa gente se la busque mediante este tipo de amenaza, lo cual es una manera de reconocer que existe un desempleo enorme y que los ciudadanos están obligados a contribuir a resolver el problema con el pago de ese peaje medieval, mientras las autoridades se libran de cumplir con su responsabilidad, cual es la creación de empleos para los desempleados o propiciar que el sector privado genere esos puestos.

 El no pago del peaje implica, al igual que en el caso de los limpiadores de cristales en las intersecciones, que te rayen el vehículo con un punzón o un destornillador o, en el peor de los casos, el cuidador o parqueador le pincha con el mismo instrumento una o varias gomas a tu vehículo, si no es que está en connivencia con los ladrones de vehículos o, si no lo está, se hace de la vista gorda y dice no haber visto nada cuando el propietario encuentra su vehículo con las llantas desinfladas o los vidrios rotos. Hay bandas organizadas para el oficio del robo de vehículos.

Una de las violaciones más comunes es la que consiste en estacionarse delante de marquesinas, salidas de parqueos públicos o privados y una última que causa hilaridad cuando el conductor estaciona su vehículo en un lugar donde están presentando una actividad cultural, algún tipo de conferencia o graduación y llaman por el altoparlante para anunciar que el vehículo placa tal, marca tal, color tal está obstaculizando la salida del vehículo tal. Entonces vemos cómo rauda y veloz, llave en mano, con el moco para abajo, quizá rabiando por dentro y sin pizca de vergüenza, el o la infractora se dirige a quitar su vehículo y talvez a parquearlo mejor.

Pero con su acción ha causado ya por lo menos tres molestias: a sí misma, a quienes siguen el desarrollo de la actividad y al que no puede salir. Y todo por considerar que ese pequeño terrenito es de su propiedad privada y a los demás que les lleve el diablo. Quien actúa así es porque ha hecho eso durante toda su vida: bloquear a los demás y aumentar los bonos de su súper ego y su narcisismo. Patrimonialismo puro, apropiación para beneficio personal de lo público o, a veces, de la propiedad privada.

Otro gran dolor de cabeza del tránsito, muy común, es el peligroso problema que causan los conductores de vehículos que si van a doblar a la derecha en una esquina, lo hacen desde el carril de la izquierda, le cruzan por delante al vehículo que viene en su carril correcto y lo obligan a detenerse a la fuerza. Entonces el exitoso conductor logra doblar a la derecha.

Lo mismo ocurre cuando este tipo de conductor va a doblar a la izquierda y transita por los carriles derechos. Pone o no pone la luz direccional, raudo y veloz cruza por delante al vehículo que transita correctamente, lo obliga a aminorar la marcha o a detenerse, pues éste evita chocarlo, y entonces nuestro héroe se apropia del carril izquierdo y realiza su hazaña de doblar a la izquierda.

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