Otro espejo para vernos

Otro espejo para vernos

El informe norteamericano sobre la observancia de los Derechos Humanos en el mundo tiene un valor particular para la República Dominicana. A nosotros nos ofrece la oportunidad útil de vernos en otro espejo, de leernos en otros textos, de conocer cómo nos ve un socio económico y político tan decisivo para nosotros y tan presente en la mayoría de las decisiones de gobierno y de Estado.

Muchos de nuestros críticos sociales leen con ojeriza las observaciones que hace el Informe de los Derechos Humanos del Departamento de Estado de los Estados Unidos, y algunos hasta llegan a recordarnos el carácter imperialista de la gran nación del Norte, como si esta condición fuera una novedad o como si ello constituyera un factor lógico que invalidara sus juicios y afirmaciones. Fuera preferible una actitud crítica hacia el Informe desde los hechos puestos al desnudo, negándolos de manera rotunda u ofreciendo otros datos u otros informes para desmentir el norteamericano.

Insisto, sin embargo, en que a nuestro juicio este Informe tiene el valor de permitirnos vernos en otro espejo.

 El espejo nuestro, el dominicano, que casi siempre es el oficial, es generoso, excesivamente comprensivo y también exculpatorio. Hemos llegado a aceptar nuestros desvaríos sociales, políticos y económicos como asuntos tan normales, que ya ni nos sonrojamos ante los mismos. Bastan unas explicaciones generales, como dirigidas a párvulos, un silencio prolongado y una esperanza de un olvido que casi siempre se cumple. Este es el ciclo, al que la prensa suele rendirse de modo inexplicable.

Según nuestro espejo, nosotros casi podemos ser ejemplo al mundo en materia de observancia de los Derechos Humanos. Además, contamos con un tinglado legal para perseguir a quienes violen y contravengan estos derechos, y nos congratulamos  porque así nos lo reconozcan los organismos internacionales. Pero el Informe norteamericano desvela estas exageraciones, en unos casos, y estas mentiras, en otros. Como nación que aspiramos a una convivencia civilizada, dentro de la visión occidental, es mucho el camino que nos falta por recorrer y es mucha la sensibilidad que le falta al gobierno y a la sociedad en su conjunto.

Nadie puede negar, como lo expone el Informe aquí comentado, que alrededor de los principales centros turísticos hay un tráfico con menores y comercio sexual repugnante. Tampoco podemos negar que la Policía actúa con frecuencia al margen de los procedimientos legales cuando investiga la comisión de determinados delitos. La trata de personas está a la orden del día y  a nuestras vistas, la violencia familiar florece en las páginas de nuestros diarios y es imposible negar las ausencias del Estado en la salud, en la educación, en los derechos laborales y en el incumplimiento de las normas migratorias.

Sólo este Informe nos permite, cada año, vernos en otro espejo. Lamentamos, eso sí, que todo queda en una divulgación periodística más o menos amplia.

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