Otro grave atraso dominicano

Otro grave atraso dominicano

Otro importante indicador de la pobreza y el atraso que todavía sufre la población dominicana lo constituye el hecho de que tenemos unas 33 mil personas ciegas de ambos ojos, de las cuales el 80 por ciento por causas prevenibles o curables como la catarata u opacidad del cristalino, responsable de la tercera parte de la ceguera universal, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

El prestigioso oftalmólogo Juan Francisco Batlle, presidente del Comité Nacional para la Prevención de la Ceguera, ha dado la voz de alarma, resaltando que la catarata es hoy día una enfermedad fácilmente curable, y que la OMS promedia en tres mil las cirugías que se deben hacer anualmente por cada millón de habitantes para revertirla.

Con casi 10 millones de habitantes en este país deberíamos hacer 30 mil cirugías de cataratas, pero sólo llegamos a 12 mil, es decir, al cuarenta por ciento.

Si el 80 por ciento de la ceguera es prevenible con tratamiento a tiempo o reversible mediante cirugías, que hoy por rayos láser son simples y de bajo costo, en el país no deberíamos tener más de 6 mil 600 invidentes, es decir 26 mil 400 menos, todo un ejército de personas marginadas, en su gran mayoría pobres, muchas de los cuales sobreviven en la indigencia y la mendicidad.

Al anunciar un taller del 3 al 5 de junio próximo para elaborar un Plan Nacional para Erradicar la Ceguera Prevenible y Curable en todo el país, el doctor Batlle convocó a las instituciones del sector público y del privado a participar en un gran esfuerzo colectivo para enfrentar este claro indicador de pobreza y atraso.

La invitación se extiende no sólo a las entidades que prestan servicios de salud, sino también a los gremios, asociaciones y fundaciones del sector, a las agrupaciones comunitarias, y a los ayuntamientos.

Para graficar el carácter clasista de la enfermedad, el doctor Batlle informa que en el país hay 420 oftalmólogos, con una concentración apabullante en la capital, Santiago y unas pocas ciudades del norte y centro, mientras en toda la región este sólo hay seis y apenas tres en el suroeste.

En un país con alto desempleo, bajos niveles educativos, y un servicio de transportación y movilidad urbana caótico, la ceguera se constituye en un elemento de exclusión y marginalidad. Las víctimas quedan reducidas a la dependencia de familiares, cuando no al abandono y la miseria integral.

El doctor Batlle señala la irresponsabilidad con que han actuado las autoridades nacionales ante el problema de la ceguera, al recordar que en el 2005 se comprometieron ante la Organización Panamericana de la Salud a poner en vigencia un plan tendiente a erradicar la ceguera para el año 2020. Ha transcurrido la mitad del plazo fijado hace ocho años y ahora es cuando se trabaja para elaborarlo.

Ese plan deberá contemplar el examen anual de toda la población de la escuela primaria, algo que se hacía hace medio siglo por lo menos en los principales centros urbanos, para detectar a tiempo las enfermedades y prevenir la ceguera.

La descentralización de los servicios oftalmológicos, de equipos y personal profesional es un imperativo fundamental. Según lo que estiman la OMS y la OPS, la inversión en la prevención y cura de la ceguera es de alta rentabilidad, traduciéndose en aumento de la productividad en la población entre 18 y 65 años, en ahorro para las familias que tienen que subvencionar a los invidentes, y en reducción del gasto en salud.

La tasa de ceguera y la pobre inversión que hacemos para prevenirla y combatirla es otra muestra de la falta de prioridades en un país que ha cifrado el progreso y la modernidad en la simple siembra de cemento, y donde el clientelismo, el dispendio y la corrupción malversan una alta proporción de las contribuciones fiscales.

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