Otro lado de la pared

Otro lado de la pared

Sube a ese árbol y mira bien por la ventana que está abierta; desde hace muchas horas no se escucha ningún ruido en la casa; quizás los inquilinos hayan escapado sin pagar el alquiler. Así hablaba un hombre calvo a un niño, para que atisbara por una ventana alta. El muchacho vaciló; pero, finalmente, trepó a la cima de un limoncillo.

Escondido en el follaje, acomodó los ojos frente a la luz del atardecer. Vio una pareja desnuda que dormitaba tranquila después de hacer el amor. Ella era una mujer madura, todavía joven y hermosa, con el pubis cubierto de abundantes pelos negrísimos.
El viejo calvo, un abogado que administraba propiedades en la ciudad colonial de Santo Domingo, preguntó: – ¿Hay gente en la casa?- Sí señor, están los dos encueros, tirados en la cama. El jovencito no borró en mucho tiempo la imagen de ese oscuro triángulo piloso en medio de los muslos de la mujer. Explicó luego a sus amigos que la vecina “tenía un triángulo isósceles, alargado y velludo” – Está bien, dijo el abogado al muchacho, siempre hay que mirar al otro lado de la pared. Desde entonces se despertó en el niño un deseo incontenible por averiguar asuntos que estuvieran tapados por alguna pared.
Las cosas ocultas llamaban su atención obsesivamente. ¿Por qué van tantas personas al otro lado de la pared del fondo del patio? Descubrió entonces la caseta sin pintar de una letrina maloliente. Vio que aquello que parecía un hermoso paseo, conducía a un reservorio de excrementos. Quiso después conocer el pueblo que estaba detrás de la frontera de su país. Le habían dicho que en Puerto Príncipe vivían brujos que caían en trance y revivían muertos.
Ya mayorcito, pretendió mirar el otro lado del Mar Caribe. No le importaba encontrar, tras paredes, fronteras y mares, cosas gratas, o turbias o malolientes; lo importante era saber lo que estaba oculto por las cortinas. Se enteró de que Nueva York era Harlem, Brooklyn, Manhattan, todo a la vez y todo separado. Cayó en la cuenta de que era necesario mirar las cosas por detrás y por delante. Mientras la pareja dormía sin ropa, el abogado sólo quería cobrar.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas