Otro mundo es seguro

Otro mundo es seguro

Atrapados por el desencanto, en la falsa creencia de que política, economía y sociedad son términos contrapuestos o, al menos, enfrentados en un pacto global contra el hombre y su medio, una conjura capitalista en la que el poder se encarga de recordarle todos los días al sistema que debe aplicar sus recetas neoliberales para garantizar la supervivencia del modelo y, en consecuencia, someterse a la dictadura financiera de un casino organizado para que siempre ganen los mismos, es preciso recordar que hacen falta ideas que alumbren, un pensamiento que ilumine, verdades como puños que se enfrenten a tanta demagogia, a tanto falso profeta, a tanta mediocridad, a tanta injusticia, aunque nada más que sea porque la memoria es la reafirmación de la voluntad, y sin voluntad no hay conciencia ni dignidad, tampoco libertad ni determinación para discernir. Una de nuestras mentes más lúcidas, el economista y escritor José Luis Sampedro, ha dicho a sus 93 años, a propósito de la crisis y del fin de la historia, que no nos debemos dejar deslumbrar por tanto brillo mundano que opaca la condición humana transformando la sociedad en un mercado y el espíritu creador en una mercancía, cosificando al hombre y reduciendo sus orteguianas circunstancias a la ley de la oferta y la demanda.

Fue José Ortega y Gasset quien afirmó que lo que nos reúne alrededor de lo que llamamos Estado no es lo que hicimos ayer sino lo que vamos a hacer en el futuro. Ocurre igual que en la decadencia y caída del imperio romano que puso fin a la supremacía de occidente. Los síntomas son similares: ausencia de valores, desprecio de la ética, corrupción y podredumbre moral, culto a falsos dioses como el dinero, la ambición desmedida o la codicia, desesperanza y sensación agobiante de que se está al final de un período, de que hay que transformar las estructuras sociales, de que son precisas reformas radicales y profundas, de que el cambio es necesario. Los bárbaros entraron a saco en la Roma imperial y de aquel esplendor que asombró al mundo no quedó absolutamente nada. Hubo que empezar de cero…   construyendo de la nada, establecer nuevos paradigmas, abrir

Horizontes, sembrar esperanza y creer en nuevos principios.

Es cierto cuando las verdades conocidas ya no aportan nada al progreso y la integridad del hombre, no fundamentan el sentido de la vida, entonces hay que esforzarse como nunca en ser uno mismo, en ser quien se es, como dice Sampedro, para quien mientras los especuladores de la política y la economía ensalzan la verdad por encima de la creencia, la fe del ser humano debe basarse en la trascendencia porque sabemos que solo podemos esperar un futuro contingente.

Así, mientras que la economía intenta desesperadamente revestirse de ciencia para poder justificar sus abusos y su tiranía y la política se disfraza igualmente de ciencia para dar carta de naturaleza “con su cómplice silencio” a la corrupción y el autoritarismo, para que el poder vuelva a estar al servicio del hombre y de la política como instrumento de gestión del espacio público, debemos recurrir no tanto a la ciencia como a la metafísica junto a la conciencia. Ahí.. en la conciencia radica la fortaleza del espíritu humano, su capacidad revolucionaria, la garantía de sostenibilidad futura. Siempre he defendido que otro mundo es posible. Hoy, más que nunca, como tantos otros que no se han rendido ni se rendirán, soy consciente de que otro mundo no es ya posible sino seguro, con la certeza que me concede la razón sin miedo y que ampara y sostiene mi libertad con dignidad y mi independencia. Nunca desisto de un sueño. Tratemos de ver las señales que nos conducen a él.

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