Si hay una infalible ley fundamental en la vida social del individuo y de los pueblos esa sería la que nos dicta que todo cambia y nada permanece igual. La inercia del poder nos crea una falsa ilusión de eternidad, haciéndonos ciegos y sordos a los testimonios que la historia nos muestra.
El tiempo pasa y nos vamos poniendo viejo reza la canción; el día 16 de agosto del 2012 se habrán cumplido ocho años de gobierno ininterrumpido del Partido de la Liberación Dominicana. Empieza pues el conteo regresivo del nuevo plazo que el pueblo le dio al PLD al frente del Poder Ejecutivo.
Oportuna es la ocasión para refrescar los conceptos que acerca de la heroica gesta restauradora emitiera el entonces presidente constitucional de la República profesor Juan Bosch el 16 de agosto de 1963. Decía el fundador guía del PLD: La guerra restauradora es el acontecimiento histórico más importante de la República Dominicana. Y es el más importante porque en él tomó parte directa, activa y principal el propio pueblo dominicano. No fue una guerra hecha por caudillos, fue una guerra hecha por el pueblo… Esta es la hora de pensar unidos, en silencio y con gratitud en el ejemplo de los hombres gracias a los cuales nosotros podemos reunirnos hoy aquí, y nosotros podemos llamarnos dominicanos. Ellos se unieron resuelta y valientemente ante un enemigo poderoso; los dominicanos deben unirse y luchar resueltamente contra la miseria, contra la ignorancia, contra la maldad, contra la enfermedad.
Ese mismo día y en otro escenario decía el maestro: En la lengua actual esa revolución quiere decir justicia social, quiere decir cultura para todos, quiere decir salud para el pueblo, quiere decir presencia de la masa dominicana en el escenario de la República como actora del drama colectivo y no como espectadora que lo ve a distancia. El patriotismo es un instinto pero su ejercicio sólo se justifica cuando conduce al bienestar de las mayorías.
Hace poco fui testigo de otro de los miles de episodios dramáticos y conmovedores que desde febrero del 2002 me ha tocado testimoniar.
Se trata del caso de un joven sanjuanero con escasos 22 años de edad. Individuo humilde y pobre mostraba un rostro ansioso y preocupado cuando me pidió le entregara el reporte de una biopsia que habíamos realizado a su madre.
Le comunicamos que su progenitora padecía de una forma de cáncer muy agresiva, pero que con radio y quimioterapia se podía prolongar y mejorar su calidad de vida. Me miró con lágrimas en los ojos y sentenció: Mi madre no tendrá salvación pues nosotros no tenemos en qué caernos muerto.
Entonces me di cuenta de lo lejos que estaba Juan Bosch de nosotros y del trecho tan enorme que nos separa.