¿Otro siglo de extremos?

¿Otro siglo de extremos?

El Occidente europeo, fundamentalmente, durante el interregno 1960-80 vivió un dinámico momento en que el Estado de Bienestar llegó a su máxima expresión, expandió del acceso al consumo de vastos sectores de la sociedad, se produjeron grandes transformaciones sociales y culturales, sustantivas conquistas democráticas; entonces la clase obrera pensaba en el paraíso y la seguridad social llevaba tranquilidad a la generalidad de la población. Hoy esa parte del mundo y casi todo el mundo, vive uno de esos recurrentes resurgir de grandes e irresueltos conflictos históricos que trascienden fronteras nacionales y continentes, resurgiendo grandes aversiones de signos nacionalistas, étnicos, religiosos y políticos que se generalizan.
La idea del siglo XVI de un imperio europeo basado en el cristianismo y la pureza de la sangre, lejos de concretarse arrastró a ese continente hacia las más absurdas y sangrientas guerras de integración y fragmentación de territorios de signos nacional/religioso. El desarrollo del capitalismo y las grandes luchas de los movimientos sindicales y obreros de orientación marxista e incluso católicos, junto a organizaciones políticas de matrices socialistas en gran parte del siglo XIX y en casi todo el discurrir del siglo XX, fortalecieron el Estado/nación poniéndole sordina las viejas luchas. El final del Estado de Bienestar, los grandes flujos migratorios y el tema del terrorismo jihadista han removido los peores sedimentos del pasado europeo.
En general, algunos resultados electorales, determinadas manifestaciones de rupturas con el ideario de mancomunidad política intra y supra territorial; el recrudecimiento del sentimiento secesionista de algunas elites política y/o económicas locales y el declive de las fuerzas políticas y sindicales de tradición izquierdista, parece que sumergirán a Europa en una fase de integración/fragmentación política y territorial, impulsadas por las incesantes pugnas demandas secesionistas jalonadas por la intolerancia étnica, religiosa y política que parecía haberlas superado.
En Alemania, el pasado domingo la ultraderecha neo nazista entró por primera vez al Congreso después de la Segunda Guerra Mundial, con cerca de un centenar de representantes y como segundo partido en la zona de la ex Alemania Democrática. En la Francia del racismo “científico” y del antisemitismo, la derecha neo nazista enseña sus músculos, no se sabe qué pasará en Italia con el crecimiento del Movimiento 5 Estrella, en la Inglaterra post Brexit y en Cataluña después del próximo domingo. En esta parte de Occidente, específicamente en los EEUU se manifiesta también un retroceso en las esferas política, social y jurídica y se recrudecen las taras del racismo y del nacionalismo populista y chovinista. Trump está desmontando las iniciativas positivas que, en el orden jurídico, de seguridad social y en el tema migratorio hiciera Obama.
La inseguridad, falta de empleo o empleos mal pagados, el agotamiento de los fondos de pensiones, entre otros problemas, se acentuarán en todo el mundo, si como respuesta se insiste en el recurso del nacionalismo populista como bandera política.
Aquí, en las pasadas elecciones, no faltó gente de trayectoria izquierdista que insistían en que debía hacerse un bloque opositor con la bandera de los ultranacionalistas, una nuestra de oportunismo político, una expresión de esa intolerancia que convulsiona el mundo. ¿Estaríamos en el inicio de otro siglo de extremos?, como diría Hobsbawm.

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