Otro sueño

Otro sueño

El ingeniero Félix García Castellanos, a quien no tengo la honra de conocer, es uno de los gurúes empresariales del primer Santiago de América que he amado desde que nací allí y sin un parpadeo de amnesia de esa querencia que reverbera en lo hondo de mi sentir como un péndulo de reloj.

Junto a Félix García Castellanos se une una trova conspícua, brillante, que integran José Clase, Fernando Capellán y Carlos Sully Fondeur, este último, el único de los que conozco desde que vino de su lar de Palmar, Villa González, a estudiar en la normal UFE y de ahí saltar a la UASD a recibirse de ingeniero.

Félix García empezó a cobrar notoriedad empresarial en 1968 cuando llegó como simple contable a Envases Antillanos de la que con el tiempo pasó a ser dueño, y en ese año, ya este redactor residía desde hace seis en la capital.

Nunca supe de esos caballeros cuando residía en mi amado Santiago de los Caballeros, entonces una ciudad de un sosiego aldeano, excenta de bullicio (contaminación acústica); el país disponía de un 65% de masa forestal y el Yaque del Norte era el Nilo dominicano, delicia de retar su aforo tremendo, sus charcos profundos, El Indio, La Tora, Laguna Azul, la chorrera frente a la finca de don Mendito Peralta, La Pelita, El Cemento, el balneario de don Mimino Pichardo en Bella Vista (Villa Padre Borbón), cuna de un presidente, Salvador Jorge Blanco, y de un secretario de las FFAA, Víctor Elby Viñas Román.

Entre los grandes gurúes empresariales del primer Santiago de América, Félix García Castellanos, a quien sus básigas llaman simplemente Felito, es el de a mi juicio mayor carisma, empuje, bragado, osado, que esto último es el ingrediente básico de los Winners (triunfadores) y los «made self man» (hechos por sí mismos).

El ingeniero Félix García ha trocado sus devaneos oníricos en espléndidas realidades no porque se sacó la Loto, ni encontró una botija, ni heredó una fortuna, sino porque unció su preparación académica con la paciencia, la tenacidad, y la captura de las circunstancias que son tan movedizas, que pocos saben identificar su momento grácil, favorable, con ese guiño imperceptible que solo pocos afortunados detectan.

A Envases Antillanos, Félix García unió, no con coquí, sino con sabiduría, Transagrícola y Troquelados Dominicanos, y ninguna institución propulsora del Primer Santiago de América ha podido desdeñarlo y prescindir de su gerencia empresarial, simil de un Midas moderno y caribeño.

Ahora Félix García pretende convertir a Santiago de los Caballeros en un polo turístico, y cuenta, como principal aval, el aeropuerto de Licey al Medio, el monumento que construyó por orden de El jefe el ingeniero Mauricio Alvarez Perelló, cuyo angel presencié muy chico en el suelo antes de alzarse imponente para otear el valle más ubérrimo del Caribe que tanto amó el primer almirante de la mar Océana, don Cristóbal Colón y Fontanerrosa.

Félix García cuenta para convertir en realidad el más reciente, no el último de sus sueños, con la mansión de El Jefe en La Cumbre, y un tren que atraviese la ciudad, y un relleno sanitario en Rafey para que sus paisanos, de su patria chica, no enfermen de las vías respiratorias, como ahora y una autarquía en materia de generación de electricidad.

«Porque yo no hago nada con ser afortunado y ver que lloras a mi lado, porque tu llanto se me pega», es decir, que me llega hondo, significó, y ahí Félix García gana la partida a todos, conforme percibí con una alta dosis de emoción, en la entrevista que le hiciera Aurelia Peña Brito y que divulgó El Caribe del 16 de enero último, y que no pocos empresarios y más de un gobernante, debieran de adoptar como un código de conducta y estrategias maestras…

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