Otro tipo de gringo

Otro tipo de gringo

HAMLET HERMANN
La pasada semana tuvimos la oportunidad de disfrutar de un conversatorio con Noam Chomsky. Escucharlo durante tres cortas horas pareció un instante. Tal como se esperaba, encontramos otro tipo de gringo. Este no vino a pedirnos que apoyáramos la invasión contra Irak, ni vino a alabar al Fondo Monetario Internacional, ni a justificar un tren subterráneo, ni a elogiar los mal llamados tratados de libre comercio. Este académico vino a confirmarnos que dentro de Estados Unidos hay fuerzas muy importantes que no comparten las políticas neoconservadoras de los “ugly americans”.

Varios conceptos interesantes percibimos en las palabras del profesor Chomsky. Llamó mucho la atención cuando señaló que los gobernantes norteamericanos están muy molestos con la situación generalizada que se está dando en América Latina. El hecho de que países como Venezuela, Argentina, Bolivia, Uruguay y Brasil estén trabajando para alcanzar mayores niveles de independencia del poder de Estados Unidos resulta insoportable. También inquieta a la Casa Blanca las altas probabilidades de que en Chile, en México, en Perú y en Ecuador se estén gestando fuerzas liberadoras y progresistas de esa misma naturaleza. Una simple operación aritmética deja entonces a Washington controlando rigurosamente apenas a Centroamérica, a Colombia y a República Dominicana. Evidentemente un fantasma liberador recorre el continente y en Washington parece que no tienen a manos un mecanismo que les permita mantener sobre la región el mismo estrecho control político y económico de antes.  Para colmo del imperio, el componente étnico empieza a tomar forma y los indígenas, que son la inmensa mayoría en el territorio continental, reclaman también lo que nunca han tenido. Son ellos muchos millones de pobladores a quienes no se les ha reconocido ni siquiera su condición de personas o de ciudadanos. Reclaman con una fuerza enorme una “nación indígena” que les permita preservar los recursos naturales, explotados ahora por las naciones industrializadas de occidente, las que dejan desiertos sus suelos natales. Ese factor étnico tiene un potencial multiplicador que espanta incluso a aquellos que lo respaldan.

Una pregunta reclamó al profesor Chomsky su opinión sobre cómo enfrentaría Estados Unidos esa corriente liberadora que atenta contra los fabulosos beneficios de las transnacionales norteamericanas. Opinaba el cuestionador que el empantanamiento del poder imperial en Irak, al cual no se le ve solución a corto plazo, haría que se descartara durante el gobierno de Bush una invasión militar contra algún país del continente americano. Los vulcanos de la Casa Blanca están agotando allí hasta el máximo la capacidad no sólo de sus tropas profesionales sino también las de la Reserva y de la Guardia Nacional. Distraer ahora tropas del Oriente Medio para trasladarlas hacia otra operación de agresión contra un país latinoamericano sería una situación previsible de derrota política y militar en uno y otro lado.

Algo que evidencia el estilo con que la administración Bush llevaría a cabo las agresiones se hace patente en lo que desarrollan contra los gobiernos de Venezuela y de Cuba. La esencia está en poner en marcha un proceso de supuesta “promoción de la democracia”. Este es el eufemismo más novedoso utilizado para dar apoyo a grupos que se oponen a los gobiernos que no son sumisos a Washington. En esos grupos “promotores de la democracia” predominan empresarios, medios de comunicación y sectores de la iglesia católica, tradicionalmente dispuestos a coartar la verdadera democracia. La Casa Blanca parece considerar que los métodos de la década de los años 1960 son viables todavía en algunas de sus partes. Por eso las ayudas militares son ahora mayores que las ayudas económicas, cosa esta que no ocurrió siquiera en los tiempos más álgidos de la “guerra fría”. La diferencia estriba en que las fuerzas armadas de América Latina están más profesionalizadas y se prestan menos que entonces a los planes imperiales. De la misma manera, la oposición conservadora a los gobiernos progresistas es demasiado débil y está desacreditada por la corrupción y, precisamente, su alianza con el Norte. Es por esto que en su desesperación por evitar que se consoliden los desafíos exitosos a la política imperial, llegan hasta a desacreditar algunos procesos eleccionarios, hechos que por mucho tiempo consideraron como la piedra de toque de la democracia representativa. La administración Bush parece estar en lo que más se parece a un callejón sin salida

Definitivamente, Chomsky fue una fuente de aire fresco que nos mostró otra interpretación de Latinoamérica desde Estados Unidos y confirmó que existe otro tipo de gringo que no es el “ugly american”.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas