Otros desafíos, riesgos y amenazas

Otros desafíos, riesgos y amenazas

Voy a darle continuidad a la reseña del documento del diputado Pelegrín Castillo intitulado “La Revolución del Proyecto Nacional” que comencé a comentar la pasada semana centrado especialmente en lo que el autor enmarca como los “seis mayores desafíos del Siglo XXI para la nación dominicana” y a cuyos primeros tres ya hice referencia.  

El tercer desafío hacía mención a la pertinencia y urgencia de que el país se pudiese insertar bien en la economía regional y mundial, previa adecuada integración interna. En consecuencia, es lógico que se preste especial atención a los factores que pueden contribuir a elevar los niveles nacionales de competitividad y, en ese aspecto, la cuestión energética – cuarto desafío – requiere un enfoque prioritario.

La economía nacional debe variar profundamente su matriz energética, de manera que se pueda alcanzar lo que se propone en el documento de referencia: una menor dependencia de la importación del combustible fósil. Se nos recuerda la alta vulnerabilidad nacional e insular que se desprende de la crisis de la sostenibilidad ambiental y del cambio climático, en consecuencia resulta un aspecto de seguridad nacional – especialmente en lo que respecta a la integridad física y geológica  – el conjugar urgentemente, con una visión estratégica, la eventual existencia de fuentes propias de hidrocarburos con el desarrollo potencial de fuentes renovables de energía y un programa de ahorro, eficiencia y seguridad energética aprovechando con eficiencia las bondades del Programa Petrocaribe.

Un quinto desafío, riesgo y amenaza es identificado como la necesidad de una mejor gestión de espacios y recursos nacionales. Ello se justifica no solo en el estado de “abandono y decrecimiento poblacional” en que se encuentra la frontera terrestre, sino también en las definiciones pendientes de las fronteras marítimas y la capacidad de aprovechar las riquezas que encierren los espacios marítimos que nos reserva el Derecho Internacional del Mar, así como, integralmente, los recursos hídricos nacionales sometidos a una explotación “insostenible”. También se señala la conveniencia de una mejor fiscalización – y quizás revisión de algunas concesiones – de la minería nacional.

En sexto lugar se coloca: Levantar la Identidad Nacional, ante los efectos que “a escala planetaria provoca el predominio de una civilización global, en crisis permanente, con su enorme carga de materialismo, hedonismo y consumismo, que fomenta el individualismo y el relativismo…”.  No es un problema dominicano, en realidad es una problemática universal. En su libro ¿Quienes Somos? Samuel P. Huntington nos presenta lo que llama “crisis global de la identidad”, como un problema omnipresente de nuestro tiempo. El documento llama a recuperar los “bastiones de la dominicanidad”. Me permito recoger una afirmación estratégica en la propuesta del diputado Pelegrín Castillo: “En los presentes momentos precisamos de un ingente esfuerzo de unidad nacional, más allá de los partidos y las ideologías, con una honda raíz patriótica”.

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