Otto Rivera,  maestro bondadoso

Otto Rivera,  maestro bondadoso

Dominó todas las áreas de la comunicación aunque por la que más se le recuerda, y la más premiada y distinguida, fue la de locutor.

Tuvo el don admirable de ser, además, excelente maestro, escritor, periodista, visionario fundador de escuelas  en las que transmitió su gracia y sus talentos a cientos de generaciones que han sobresalido, como él, en el difícil arte de la palabra oral y escrita.

De Otto Orlando Rivera Sánchez, llamado “Don Otto” por cuantos le trataron, hablan su viuda, Marisol Argentina Pérez Castillo; profesores de su Escuela Nacional de Locución, la primera privada fundada en el país; sus publicaciones, admiradores de su verbo y de su estilo y la inmensa legión de exalumnos que se formó escuchándolo, asimilando sus cátedras de relaciones humanas, archivo, técnicas de oficina, ventas, oratoria, improvisación, modulación de la voz, maestría de ceremonias, agilidad en la lectura, pronunciación y otras normas para saber comunicar y “triunfar en la vida”.

Marisol, su sexta y última esposa, que le acompañó en los difíciles últimos años de su vida, cuando una inoportuna ceguera truncó el entusiasmo de su temperamento optimista, divertido, define los rasgos humanos y el espíritu emprendedor, solidario, sensible, desinteresado, de ese ser excepcional para el que ella escogió la calle que le rinde tributo.

“Era de carácter firme. Cuando quería algo lo lograba. Le gustaba hacer el bien, desprenderse, era bondadoso y caritativo”, comenta la que también aprendió del compañero el dominio de la expresión. Rafael Santana, subdirector de la Escuela que hoy lleva el nombre del fundador, la secunda al contar de las becas y pasajes que ofrecía a estudiantes sin recursos económicos.

Relata la dama que “Don Otto” estuvo no vidente durante tres años pero luchó contra esa limitación, “venía a dar sus clases y hablaba de frente, quien no sabía que no veía no lo notaba”. Durante ese tiempo estuvieron viajando a la Florida donde un famoso oftalmólogo dominicano. El maestro estaba esperanzado en que recobraría la visión.

“Un 18 de abril de 1995” el doctor convocó a la familia para informarle que “Don Otto” no volvería a ver, agrega Marisol. “De ahí en adelante su estado anímico fue cayendo, ya no era la persona alegre, ya no quería vivir, y me parece que no murió de diabetes, se deprimió totalmente, no duró mucho, me le dio un derrame cerebral, lo llevamos al hospital de San Isidro y ahí estuvo sólo seis días. La diabetes no mata a nadie sino la desilusión, el desencanto”, expresa con lágrimas en los ojos.

Pero le conforta continuar su obra, “tan bien hecha, que hoy se encuentra tan viva o más que cuando él existía. Seguimos capacitando y recordándolo”. Ella es administradora y alumnos, contemporáneos y compañeros de Rivera, como Juan Nova Ramírez, Alexis Muñoz, Carlos Cepeda Suriel, Adriano de la Cruz, Luis Soto, William Mercedes, Carlos Pérez, Marciel Martínez, José Manuel Rodríguez, José Luis García, entre otros, continúan su labor educativa.

Johnny Padilla y Fernando Valerio, exdiscípulos, fueron profesores de la Escuela al igual que Pedro Pérez Vargas. Otros maestros son María Cristina Camilo y Norma Graveley. Nova Ramírez  dirige el centro de estudios, creado por “Don Otto” el uno de noviembre de 1965 junto a él y Nobel Alfonso, y acompañado en los inicios por Buenaventura Bueno Torres, Tomás Pujols Sanabia, Darío Aracena y Miguel Núñez, también docentes. Entonces estaba en “La Noria” esquina “Duarte”.

Entre los egresados citan a Rubén Darío Aponte, Carlos T. Martínez, Pedro A. Báez, Rubén Camilo, Pedro Pérez Vargas, Pedro Julio, Norma y Magaly Santana, Héctor José Torres, Ida Cesín, Cristian Jiménez, Willy Rodríguez, Alipio Cocco, Nelson Brudi, Hugo Adames, Jorge Ramos, Llenis Jiménez, Germán Marte…

“Don Otto”.  Nació en San Pedro de Macorís el seis de julio de 1931, hijo del puertorriqueño Ángel Rivera y de Oliva Sánchez. Allí se hizo bachiller. Se inició como locutor  en programas de aficionados de La Voz Dominicana y en HIZ.

Fue alumno del español Luis Aparicio y del cubano Carlos De Man, maestros del teatro y la locución, “las personas que más incidieron” en su formación.

Vivió en Nagua, donde desarrolló actividades culturales y artísticas hasta que regresó a la capital, donde además de locutor fue redactor de los periódicos El Caribe y La Nación. Durante su residencia en Curazao, Puerto Rico y Nueva York trabajó también tras el micrófono y se desempeñó como profesor del Instituto Hispanoamericano. A su regreso a la República fundó un instituto técnico vocacional.

Cursó estudios en las universidades Autónoma de Santo Domingo, APEC, CETEC. El “Carnet Diamante de la Locución Dominicana” laboró en HIN en el programa de entrevistas “Artistas dominicanos”, con Tiberio Castellanos; en RPQ, en “Elevando su saber”; en Onda Musical hizo “Hablando de deportes”, entre otros. Fue presidente de Amucaba y galardonado con “El Gran Micrófono de Oro” y el “Honor al Mérito” del Colegio Dominicano de Periodistas y Escritores.

Publicó el libro “Educación de la voz” y dejó inédito “Artistas y poesía”.

Casó por primera vez con Isabel Santana, madre de sus hijas Kenia, Ada y Marilyn. Luego contrajo matrimonio con Colombina Cuello, con quien procreó a Karina. Después de otros tres matrimonios en los que no dejó descendencia, contrajo nupcias el nueve de junio de 1981 con Marisol Argentina Pérez Castillo, madre de su hija Arianna.

Al evocar su bondad y comprensión la viuda significa: “Me llevaba 33 años pero me supo comprender y yo lo supe entender, en una pareja la comprensión y la comunicación son necesarias y eficaces”.

Murió el seis de junio de 1995

La calle. En atención a sus méritos, el nueve de junio de 2006, el Ayuntamiento del Distrito Nacional designó “Profesor Otto Rivera” la antigua calle Primera de la urbanización Villa Diana, en el kilómetro siete y medio de la carretera Sánchez. La viuda relata: “Yo la escogí como un gran recuerdo hacia él,  porque en una esquina de ella fue donde Don Otto y yo hicimos la primera cita para conocernos”.

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