Las reformas resultan imprescindibles para enfrentar nuestros males, recrudecidos por conflicto ruso-ucraniano y coletazos pandémicos. Se perdió oportunidad de diseñarlas al iniciarse el Gobierno. Por eso el parsimonioso proceso adoptado ahora, requiere oxigenarse.
El reciente dictamen del FMI brinda oportunidad para ello, especialmente si se enmarca en la revisión de la Estrategia de Desarrollo 2030, a 8 años de expirar.
El Art. 40, Ley 1-12, que la adopta, establece: “…se realizarán reuniones anuales de seguimiento…revisión… convocadas por el Presidente…con la participación…de las fuerzas políticas”; lo cual proporcionaría oxigenación política.
Como estas reuniones nunca se han convocado, si el Gobierno las convocara estaría emitiendo una señal contundente de cambio.
Mas, si agenda el dictamen FMI que plantea “reformas bien secuenciadas…para…fomentar el crecimiento económico”.
En “Hamlet” de Shakespeare, su madre Gertrudis demandaba de Polonio “más sustancia menos arte”, mientras este intentaba explicarle causas de locura de aquel.
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Sobreseyendo artes del lenguaje fondomonetarista, este insta, sustancialmente, en frases entresacadas de su dictamen, a:
“mejorar la calidad del gasto público…asegurar la tendencia decreciente de la deuda…racionalización de exenciones y ampliación base impositiva”.
“Reformas del sector eléctrico…suministro confiable…reducir transferencias…
“administración pública eficaz”
“…supervisión y regulación bancaria…financiera…cooperativas…recapitalización del Banco Central
“mejorar…gestión de crisis”
“…inversión en infraestructura…capital humano…mayor calidad de la educación”
“inserción en el mercado laboral formal
“aplicación de la ley de seguridad social en contexto…social
Los dictámenes FMI son importantes porque sugerencias presentes pueden convertirse en exigencias futuras, especialmente si se recurre a sus financiamientos y/o de otras fuentes cuyas puertas se abren o cierran en función de ellos.
Y/o ante estrangulamientos posibles de capacidad de pago por gastos excesivos o restricciones de financiadores temerosos del crecimiento de nuestra deuda.
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Así, la generosidad de financiadores se convertiría en exigencias de acreedores, a costa de consecuencias sociopolíticas desfavorables. Hoy las observamos en Argentina, en los 90s en Venezuela “prechavista”. En 1984 lo sufrimos.
Como Juan 14:29, FMI advierte “…antes que suceda, para cuando suceda” si sucede, evitar esas consecuencias.