Oye cómo es

Oye cómo es

La guía nos acercó a una llave de agua, llenó un recipiente y nos invitó a que observáramos  los círculos concéntricos mientras el agua se perdía en el hueco del lavamanos.

En el lado norte de la línea ecuatorial, el agua gira como las manecillas del reloj, en el lado sur gira contrario a las manecillas del reloj.

El doctor Manuel Herrera y yo no vimos nada extraño hasta que la joven colocados al sur del Ecuador vimos que el agua del lavamanos formaba los círculos concéntricos  girando contrarios a las manecillas del reloj.

Recordé, y viene a cuento, aquel año en que los especuladores que compran café a futuro perdieron un dinero fuerte porque la cosecha del café Santos, de Brasil, que entonces era el mejor cotizado, había sido afectado en más de un 50 por ciento por una helada.

Siempre revisaba los precios de nuestros productos de exportación de entonces: café, cacao, azúcar, pues tenía mis intereses en la finca de café de mi tío Tomás Michel Piñeyro.

Papá me explicó que las estaciones en los hemisferios sur y norte son contrarias: en el verano nuestro, al sur del Ecuador es invierno, en el otoño nuestro, al sur del Ecuador es primavera y en la primavera nuestra al sur del Ecuador es otoño.

El bien cotizado café Santos prácticamente desapareció de la publicación que hacía El Caribe sobre los movimientos de la bolsa de Nueva York.

Tío Tomás siempre fue demasiado generoso con sus familiares. Mandaba plátanos, guineos, huevos, gallinas, bandas de puerco, libras de carne y siempre, siempre que llegaba a casa, todos los domingos o me daba mi mesada o me la dejaba con abuelita o mamá.

Aquella mañana introdujo su mano derecha en el bolsillo el pantalón y sacó un paquete de billetes nuevos, cuando los conté me devolví y le dije:

-Se equivocó, tío Tomás, usted me dio demasiado dinero.

-Cógelo, mi hijo. Es que la nieve quemó el café del Brasil y el mío me lo pagaron a 100 pesos o a 110 pesos el quintal. Dólar y peso valían igual. Este es un año muy bueno.

Aquel año de comienzos de la década de 1950,  quienes compraron café a futuro confiando en la buena floración del café Santos se fueron de boca; no dudo que algunos se arruinaran.

Jugaron a la bolsa y con la bolsa. Jugaron en el casino de la economía que tiene sus caprichos y sus riesgos demasiado altos.

Ahora, los que han abusado del mundo con los precios del petróleo y otros de primera necesidad, andan al salto de la pulga buscando el mejor precio que puedan lograr, por productos cuyos precios fluctuaron a merced del capricho de jugadores de bolsa que los inflaban y ahora están quebrados.

El crédito, la confianza, son buenos, pero todo en exceso hace daño; por eso dicen los versos de una canción que: “hasta la belleza cansa”.

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