Oye multitud
Dios  y las naciones del mundo

<STRONG>Oye multitud<BR></STRONG>Dios  y las naciones del mundo

La mayoría de los pueblos antiguos consideraban la historia como un ciclo que se repetía muchas veces. No creían en un comienzo verdadero o una meta final. Sus dioses no tenían un verdadero dominio sobre las naciones de la Tierra. Ellos suponían que cada uno tenía su propio lugar de dominio. Así que, los dioses no tenían un plan. La idea de que habría una secuencia de imperios y una meta en la historia del mundo era algo nuevo y sorprendente para ellos. En contraste, podemos ver en las Escrituras una presentación clara del plan de Dios para la historia. La revelación a Daniel que aparece en el capítulo 2, es una clave para el entendimiento de la profecía bíblica. Provee un bosquejo para el resto de las profecías del libro de Daniel y gran parte del Apocalipsis.

Los capítulos 2, 3, 4 de Daniel cuentan una serie de incidentes en los cuales Nabucodonosor, rey de Babilonia, aprendió que Dios domina absolutamente sobre las naciones de la Tierra y la historia. El capítulo 2 comienza con un sueño que perturbó mucho al rey. Parecía importante y llamó a sus consejeros que interpretaban sueños y predecían el futuro. Nabucodonosor quería que sus consejeros le dieran la interpretación correcta, por eso les ordenó que le dijeran el sueño y la interpretación. Para aclarar la importancia del asunto les prometió grandes honores si le daban la correcta interpretación, y un castigo si no lo hacían. Los consejeros insistieron en que el rey les dijera el sueño para luego darle la interpretación, pero el decreto ya se había dado. El rey notó que estaban tratando de prolongar el tiempo y les advirtió que si les decía el sueño podrían preparar palabras mentirosas y corruptas, y jamás sabría si la interpretación que dieran era correcta.

Los sabios de Babilonia siempre habían tratado de darles la impresión al rey y al pueblo de que estaban en contacto con lo sobrenatural, con los dioses en quienes creían. Ahora confesaban lo contrario. Además, su filosofía mitológica declaraba que sus dioses habitaban entre los hombres, pero no tenían pruebas. La verdad era que no podían comunicarse con ninguno de esos dioses para que les ayudaran. ¡Qué poderosa es la relación con Dios! Se puede tener comunión con Él en lo más intimo. El creyente tiene el privilegio de presentarle sus necesidades y sabe que Él oye y responde.

Las respuestas de estos consejeros hicieron que Nabucodonosor se enfureciera y sentenciara a muerte a todos los sabios que vivían en Babilonia. Arioc, el capitán de la guardia del rey y también el principal verdugo, habló con Daniel, quien le pidió una explicación.

A Daniel se le permitió ir ante el rey para pedir más tiempo, después de que él y sus fieles amigos oraron al Señor, quien revelo el secreto del rey en una visión dada durante la noche.

El sueño presentó una imagen brillante e impresionante con cabeza de oro, pechos y brazos de plata, vientre y muslos de cobre, piernas de hierro, y pies de hierro y barro cocido. Mientras admiraba esta imagen, Nabucodonosor vio una piedra que fue cortada sin manos, es decir,  de modo sobrenatural. Esa piedra dio contra la imagen en los pies y la imagen entera se hizo polvo y el viento se la llevó. No se halló lugar para ella, porque dejó de existir. Luego, la piedra se convirtió en un monte que llenó toda la tierra.

La interpretación del sueño del rey mostró una secuencia de imperios mundiales que se extenderán a través de la historia desde el tiempo de Daniel hasta el fin. La cabeza de oro representaba a Nabucodonosor, porque él era la cabeza del reino babilónico. En un sentido muy real, él era el imperio. Después de su muerte, en el imperio hubo asesinatos y decadencias políticas; pero  Daniel llamo la atención al hecho de que el reino, el poder, la fuerza y la gloria de Nabucodonosor procedían de Dios. Dondequiera que la gente vivía en su reino, eran entregados en sus manos, sujetos a sus órdenes. En el año 539 a.C. el ejército babilónico fue derrotado fuera de la ciudad por el ejército de los medo-persas bajo el liderato de Ciro. Alejandro Magno empezó a reinar en Macedonia en 336 a.C. Derrotó a los persas e hizo otras conquistas, pero murió en Babilonia en 323 a.C. a la edad de 33 años. Las Escrituras indican que su imperio representaba el vientre y los muslos de cobre de la imagen (Daniel 8:2, 22). Ese cuerno fue quebrado y en su lugar aparecieron cuatro cuernos que representaban a los cuatro generales que dividieron el imperio después de la muerte de  Alejandro Magno.

Las piernas de hierro simbolizaban  el imperio romano que llegó a gobernar todo el mundo conocido, destrozó los otros reinos y los sometió mucho más antes. El imperio romano llegó a su fin y aparecieron los estados nacionalistas, algunos fuertes, otros frágiles, pero todos iban desapareciendo.

Daniel vio de antemano que no permanecerían unidos. Carlomagno intentó establecer uno, Napoleón quiso hacer lo mismo e igual el genocida de Hitler. También Mussolini soñó con uno, pero todos fracasaron. El mundo todavía es hierro y barro cocido. Las naciones pueden unirse.

El tribunal mundial trató de unir Europa. La Liga de Naciones también. La Organización de las Naciones Unidas ha tratado de unir el mundo entero, pero las naciones aún permanecen divididas.

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