Oye multitud
El aborto, la terapia de la muerte

<STRONG>Oye multitud<BR></STRONG>El aborto, la terapia de la muerte

La Iglesia entiende por aborto la muerte provocada del feto, realizada mediante cualquier método y en cualquier momento del embarazo desde el instante mismo de la concepción.

Ciertamente, la cuestión del aborto provocado es un problema científico, político y social grave, pero también es, y en grave medida, un serio problema moral para cualquiera, sea o no creyente.

En el caso de violación e incesto, el aborto es a la violación y el incesto lo que la morfina es al dolor: una respuesta que solo alivia temporalmente un problema que a menudo es muy serio.

Los beneficios inmediatos solo esconden las heridas más profundas. Un médico nunca trataría a su paciente solo con morfina, a menos de que la persona estuviera  desahuciada. El tratar los embarazos por violación o incesto con el aborto es un modo de decirles a estas mujeres que son casos desahuciados, cuando en realidad no lo son. Y sería una decisión arbitraria delictiva, por cuanto estaría mandando a matar a un ser humano inocente, sin juicio previo, sin derecho a defensa, sin delito alguno que lo justifique, sin que exista la pena de muerte en nuestra legislación. Una mayor penalización del violador contribuiría a disminuir estos casos.

Esta causa es, sin duda alguna, insostenible. La culpa del violador significa la pena de muerte del concebido a causa de la violación. Y esto lo proponen quienes consideran contrario a los derechos humanos imponerla al violador y estimarían una salvajada propia de épocas bárbaras, el castrarlo… La pena más grave se impone a un ser inocente.

En el caso de elección de la vida del niño o la madre  es deber del médico sostener la vida tanto de la madre como del niño y proporcionar todos los medios terapéuticos para que ambos se salven.

Entre estos medios no existe el de dar muerte directamente, que no es ni un acto médico, ni un acto ético. La vida humana puede deteriorarse y de hecho sucede así por muchas causas; pero la vida inocente no puede ser suprimida directamente por ninguna razón, al ser un valor transcendente, ni directamente sacrificada a favor de otros aunque sea para salvar a alguien. Cuando se admite derogaciones a este principio y se insinúan valoraciones del tipo “vida sin valor” “valor subordinado” “vida no plenamente humana” se está abriendo la puerta a la eutanasia y a cualquier otro procedimiento discriminatorio.

El llamado aborto terapéutico “figura” cuyo nombre induce a graves confusiones conceptuales, pues parece estimar posible que pueda existir una terapia consistente en dar muerte a una criatura humana.  Aparentemente justificada para querer salvar la vida de su madre o preservar la salud de ésta. La figura del “aborto terapéutico” no puede bajo ninguna circunstancia ser validada por el derecho, ya que constituye efectivamente una conducta delictiva y dolosa en contra de la vida de un niño en gestación y que pretende camuflarse en la idea de que el atentado se efectúa para reguardar la vida o la salud de la madre.

En atención a que este tipo de aborto niega la condición de persona del niño por nacer y en consecuencia subordina su derecho a la vida y su integridad física a los de su madre, no solo no tiene cabida en la legislación penal como excepción sino que resulta absolutamente incompatible con los principios de nuestra actual carta fundamental. Por todo lo anterior, es claro que no se justifica en lo absoluto la pretensión de reintroducir la figura del aborto terapéutico en República Dominicana, lo que no sería más que la puerta de entrada para que lentamente se vaya legalizando todo tipo de aborto, como ha ocurrido en otros países, y para permitir el más flagrante atentado contra uno de los pilares fundamentales del orden constitucional dominicano que es la vida de la persona  en cualquier etapa de desarrollo en que se encuentre. El aborto no es una conquista social, sino más bien una plaga que mina las raíces mismas de la convivencia social. Para combatirlo adecuadamente el camino a seguir es el de la prevención.

Para ello es fundamental  trabajar para que  los jóvenes comprendan adecuadamente el valor y el significado de la sexualidad  y valoren la vida como un inmenso don desde el momento de la fecundación. También es esencial   trabajar con las familias y la sociedad.

Favorecer la vida implica también trabajar para superar las causas sociales que inducen a mucha gente a abortar.

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