POR CLAUDIA HERNÁNDEZ DE ALBA
Un maestro de sabiduría paseaba por un bosque con su fiel discípulo cuando a lo lejos vio un sitio de apariencia pobre, decidiendo hacer una visita al lugar. Durante la caminata le comentó al aprendiz sobre la importancia de las visitas, así como de conocer a personas nuevas y diferentes y las oportunidades de aprendizaje que nos brindan estas experiencias.
Llegando al lugar constató la pobreza del sitio. Entre sus habitantes se encontraba una pareja y sus tres hijos que vivían en una casa de madera, estaban vestidos con ropas sucias y rasgadas y no tenían calzados. Entonces el sabio se aproximó al señor padre de la familia: si en este lugar no existen señales de trabajo ni puntos de comercio ¿Cómo hace usted y su familia para sobrevivir aquí?
El señor calmadamente le respondió amigo mío nosotros tenemos una vaquita que nos da varios litros de leche todos los días. Una parte del producto la vendemos o la cambiamos por otros géneros alimenticios en el pueblo vecino y con la otra parte producimos queso cuajado, etc. Para nuestro consumo y así es como vamos sobreviviendo. El sabio agradeció la información, contempló el lugar por un momento, luego se despidió y se fue. En el medio del camino, se dirigió hacia su fiel discípulo y le ordenó al aprendiz busque la vaquita llévala al precipicio de allá en frente y empújala al vacío.
El joven espantado observó al maestro y le cuestionó sobre el hecho de que la vaquita era el medio de subsistencia de aquella familia. Pero como percibió un absoluto silencio por parte del sabio se fue a cumplir la orden. Así que empujó la vaquita por el precipicio y la vio morir. Aquella escena quedó grabada en la memoria del joven durante algunos años.
Un bello día el joven resolvió abandonar todo lo que había aprendido y regresó a aquel lugar para contarle todo a la familia, pedirle perdón y ayudarlos. Así lo hizo, y a medida que se aproximaba al sitio comenzó a ver todo muy cambiado, bonito, con flores y árboles frutales, todo habilitado con lujosos carros en el garaje de elegante casa y algunos niños jugando en el jardín.
El joven se sintió triste y desesperado al pensar que aquella humilde familia tuvo que vender el terreno para sobrevivir, aceleró el paso y llegando allí fue recibido por un señor simpático; el joven le preguntó por una familia que vivía allí hace unos cuatro años, el señor le respondió que seguían viviendo allí. Espantado el joven entró corriendo a la casa y confirmó que era la misma familia que visitó hace algunos años junto con su maestro, elogió el lugar y le preguntó al señor; (el dueño de la vaquita) ¿Cómo hizo para mejorar este lugar y cambiar de estilo de vida?
El señor entusiasmado le respondió nosotros teníamos una vaquita que cayó por el precipicio y murió de ahí en adelante nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos y es de esta manera como alcanzamos el éxito que sus ojos vislumbran ahora. Todos nosotros tenemos una vaquita que nos proporciona alguna cosa básica para nuestra sobrevivencia la cual es una convivencia con la rutina; nos hace dependientes y casi que nuestro mundo se reduce a lo que la vaquita nos produce.
Examinemos, hallemos empujemos nuestra vaquita por el precipicio. El secreto de los que sobresalen está en la perseverancia. Nadie alcanza la meta con un solo intento ni perfecciona la vida con una sola rectificación ni alcanza altura con un solo vuelo, nadie camina en la vida sin haber pisado en falso muchas veces, nadie recoge cosechas sin probar muchos sinsabores, entonces muchas semillas y abonar mucho tierra, nadie mira la vida sin acobardarse en muchos ocasiones, ni se mete en el barco sin temor a la tempestad, ni llega al puerto sin remar muchas veces.
Sin probar sus lágrimas, ni recoger rosas sin sentir sus espinas, nadie hace obra sin martillar su edificio, ni cultiva amistad renunciar a si mismo, ni se hace hombre sin sentir a ¡!!!Dios!!! nadie llega a la otra orilla sin haber ido haciendo puente para pasar, nadie deja el alma lustrosa sin el pulimento diario de Dios.
Nadie puede juzgar sin conocer primero sus propia debilidad, nadie consigue su ideal sin haber pensado muchas veces que persigue un imposible, nadie conoce la oportunidad hasta que esta pasa por su lado y la deja ir, nadie encuentra el pozo de Dios hasta caminar por la sed del desierto pero nadie deja de llegar cuando se tiene claridad de un don, el crecimiento de su voluntad la abundancia de la vida. Eres una persona con destino Eterno, este es tu momento sepulta tu vaquita y pon tus ojos en tu Hacedor que Él abrirá puertas y caminos donde no los hay.
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