Oye multitud
La madre desde la  antigüedad

<STRONG>Oye multitud<BR></STRONG>La madre desde la  antigüedad

En la Biblia, casi todos los grandes líderes de Israel nacen de una mujer que por lo menos al principio de su vida conyugal, no puede concebir. Ese es el caso de Sara, la madre de Isaac, y  el de Elizabeth, la madre de Samuel.

La historia de Ana se encuentra en los primeros capítulos del primer libro de Samuel. Cuenta que Ana estaba casada con un hombre llamado Elcana, hebreo proveniente de la tribu de Efraín quien  la amaba, gozaba de recursos económicos y servía a Dios con devoción.

Sin embargo, Ana no era la única esposa de Elcana. Éste tenía otra esposa, llamada Penina. ¿Por qué Elcana tenía dos esposas? La clave para comprender la situación de Ana se encuentra en el versículo 5: el Señor no le había concedido tener hijos:  Ana era estéril.

En el mundo antiguo, la maternidad tenía una importancia crucial  a nivel emocional,  social y  económico. En términos emocionales o psicológicos, la maternidad era vista como la satisfacción del propósito de Dios para toda mujer; hoy sigue siendo una meta deseada por la mayor parte de las mujeres; sin embargo, nuestra sociedad no ve la maternidad como el propósito principal de la vida de una mujer; por el contrario, hoy día afirmamos que cada mujer tiene valor por sí misma, tenga niños o no.

En términos sociales y económicos, la maternidad aseguraba la supervivencia de la familia y de la sociedad. Hoy, la sociedad está organizada de manera distinta. No tener hijos ha dejado de ser una segura sentencia de muerte, como lo era en el mundo antiguo.

Antes, a nivel religioso o espiritual, la maternidad era vista como un regalo divino. Hoy la maternidad se sigue viendo como una bendición; sin embargo, la esterilidad no se considera  una maldición, sino  una condición de enfermedad.

Empero, el hecho es que Ana vivió en el mundo antiguo, no en el nuestro.

A pesar de ser la primera esposa de Elcana, éste se vio obligado a casarse con otra mujer para tener los hijos que Ana no podía darle. Las costumbres de la época permitían que Elcana se divorciara de Ana. Sin embargo, amaba tanto a Ana que la siguió tratando como la esposa preferida. Es decir, ella era la verdadera esposa de Elcana.

A pesar de todo esto, la situación de Ana era horrible. La sociedad la consideraba maldita, defectuosa e inútil. Tenía que soportar la presencia de Penina  y tenía que ver cómo Elcana amaba a sus hijos con la otra. Para colmo, Penina se burlaba de ella: “Tú serás la preferida, pero yo soy la madre de sus hijos”. Ana estaba en una situación imposible de la cual solo Dios podría librarla, y comenzó a orar a Dios, pidiendo un hijo varón.

La Biblia dice que Elcana iba con toda su familia a adorar a Dios una vez al año. Ana fue bendecida por el sacerdote Eli, quien la bendijo sin saber lo que ella estaba pidiendo. Más importante aún Dios escuchó la oración y le concedió la oportunidad de ser madre.

Esta historia muestra, pues, el  inmenso alcance que tiene el amor maternal. Una madre puede amar a un hijo o a una hija aun antes de concebirlo; aun antes de tenerlo en su vientre o en sus brazos.

Y si el amor de una madre es tan grande, cuánto más grande será el amor de Dios.

Acerquémoslos, pues, con confianza a Dios, presentándole nuestras peticiones en oración. Dios nos ama como una madre ama a sus hijos en esperanza, desde antes de nacer y hasta después de morir.

Bendiciones a todas las madres.

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