Oyendo radio

Oyendo radio

EDGAR REYES TEJEDA
El bromista

Se me hace difícil entender qué razón impulsa a muchas damas a participar como interactivas con notorio ahínco y entusiasmo en un espacio musical matutino conducido por un locutor bromista, quien las invita a cantar en el aire y luego las pone de relajo y de hazmerreír ante la radioaudencia.

El citado comediante radiofónico, que se hace llamar El Gordo sin estrías o algo por el estilo, suele divertirse colocando sonidos de llanto de niño y de croar de sapos mientras las mujeres por la vía telefónica interpretan a capella las canciones.

Otro chistecito con el que este bufón del micrófono gusta regocijarse e intenta hacer gozar a su público es dejando que sus aspirantes a cantantes interactivas hablen solas mientras él permanece en silencio o hace sonar un disco.

No intento en modo alguno presentar a estas damas que tan alegremente se dejan ridiculizar a través de la radio como víctimas del bromista, quien a la legua se nota que lo que busca es ganar notoriedad y rating valiéndose de este infortunado recurso; lo que sí quiero expresar es que me produce vergüenza ajena y profundo desagrado personal este tipo de programas que bien puede denominarse radiobasura.

Transitando el dial

Anteriormente la sonoridad del ambiente Navideño la propagaba la radio mediante la insistente difusión de música alusiva a esa festividad. Actualmente parece que es el flujo continuo y voluminoso de comerciales de navidad son los que señalan la proximidad o llegada de esta tradicional y agradable celebración. Esta vertiginosa y profusa feria de ofertas comerciales en que el consumismo de hoy día ha convertido la radio, marca un notable contrapunto con el carácter eminentemente religioso de la Navidad, que como es harto sabido, es la conmemoración por parte de la grey cristiana del nacimiento de Jesús el Cristo; pero del origen primigenio de estas fiestas apenas se acuerdan muy pocos.

Hay que agradecer que los anuncios navideños de este año han suprimido ostensiblemente las múltiples y desazonadas imitaciones de las voces y carcajadas de Santa Claus que ya verdaderamente nos tenían hartos; aunque no es ocioso señalar que la ausencia de gracia y sobre todo de creatividad, abunda en los mensajes publicitarios que se escuchan cotidianamente.

“Nos devolvieron nuestra antigua CDN”, me comentó una compañera de trabajo, fiel seguidora de la radio hablada y muy aficionada a enterarse de los acontecimientos noticiosos cotidianos a través de este medio. Ella fue una de las tantas personas que hace dos o tres años lamentó el brusco paso de emisora de programación hablada a musical de la referida radioestación, y que al igual que tantos radioyentes abandonó esta frecuencia que era su favorita y a la que ahora vuelven en busca de los contenidos de su preferencia.

Valdemar70@hotmail.com

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