OYENDO RADIO
Programa radial

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POR EDGAR TEJEDA
En las últimas semanas se escuchan en la radio abundantes y frecuentes anuncios que promueven distintos candidatos y candidatas que aspiran a puestos dirigenciales dentro de los tres grandes partidos del ámbito político nacional.

Estos anuncios se insertan en las tandas de publicidad habitual de las emisoras, por lo cual en medio de diversos comerciales de detergentes, pastas dentales, productos comestibles, medicamentos para la potencia sexual, tiendas de electrodomésticos, etc. Irrumpe una voz que intenta ser persuasiva hablándonos de las estupendas cualidades o los magníficos historiales del titular de una candidatura; esto da a entender que las ideas y propuestas de nuestros políticos actuales tienen la misma categoría que los productos o servicios varios disponibles en el mercado de consumo.

Ante este fenómeno he recordado el interesante libro De la lucha de clases a la lucha de frases, del escritor mejicano Rodríguez Ferrer, en el cual se plantea que la diferencia básica entre publicidad y propaganda es que la primera intenta convencer al público sobre los atributos de productos y servicios; en tanto que la propaganda pretende persuadir en torno a la validez de unas ideas determinadas.

Este libro también plantea que en los tiempos modernos y debido al contundente impacto y la extraordinaria influencia de los medios de comunicación de masas, la publicidad y la propaganda se confunden en sus recursos y objetivos. Y en efecto esto precisamente es lo que ocurre en el caso de referencia, a las propuestas y trayectorias de cualquiera de los políticos que promueve su figura en el ámbito mediático se les da el mismo tratamiento que al poder blanqueador de un detergente o la viscosidad y duración de un lubricante de automóvil.

Otro aspecto que da que pensar al oír estos comerciales políticos es la manera en que los candidatos y candidatas ponen a un lado su modestia o humildad personal para encargar a profesionales de la publicidad la exaltación y magnificación de sus atributos o la decoración artificiosa de sus historiales, puesto que debe ser duro y difícil para una persona mesurada y tímida, no sólo consentir sino remunerar a un publicista para que descubra y promueva en tono disuasivo «su ingente vocación de servicio, su denodada entrega a las mejores causas de la patria o su militante entrega a los más excelsos intereses de su partido y de su nación».

También me hago la pregunta, retórica por supuesto, si esta publicidad reiterativa y persistente logrará suplantar en la percepción y conciencia de los votantes las verdaderas biografías y los perfiles reales de las figuras que venden; si será cierto que más importante que los hechos es la percepción que de ellos construya o se le construya al público, que la imagen impere sobre la realidad, que se imponga la paja al grano y que el ciudadano común y corriente caiga seducido ante la habilidad de los elaboradores de espejismos y embobado, confunda con música el ruido de las nueces y al final elija al gato que le ha vendido como liebre.

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