Oyendo radio

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POR EDGAR REYES TEJEDA
Wanda Genao
Confieso que aunque ni estuve en la ceremonia de premiación ni la presencié frente al televisor, me llenó de honda y sincera alegría, de jubiloso bienestar la noticia de que Wanda Genao, chica sorda de la cual había escrito hace ocho o nueve meses en esta misma columna, recibió el pasado 31 de enero el Premio Nacional de la Juventud en la categoría de Superación Personal.

A Wanda la conocí el 6 de mayo del año pasado cuando condujo como maestra de ceremonia un seminario sobre Educación Superior y Discapacidad que se desarrolló en un hotel de la capital, y de ella escribí entonces que pese a haber adquirido el lenguaje oral a través de un arduo y especializado aprendizaje de lectura de labios y de modulación, se había manejado con mayor gracia, lucidez y conocimiento del tema que muchas megadivas que fungen como presentadoras en la televisión nacional.

Y en efecto, supe que su breve mensaje al recibir el galardón entregado por la Secretaría de Estado de la Juventud resultó sabio y conmovedor al punto de que suscitó la visible emoción de una gran parte del público presente.

Ciertamente, Wanda es un maravilloso y enternecedor ejemplo que muestra a sus contemporáneos la poderosa energía vital que puede surgir de la fe, la perseverancia y el esfuerzo; valores esenciales de los que precisa toda persona a quien una discapacidad le acarrea desventajas sociales. Es también esta bella, inteligente y sensible muchacha sorda un llamado de atención vivo y palpitante a los sectores productivos y estatales a quienes demuestra de manera tangible e irrefutable que un ciudadano o ciudadana con limitaciones físicas o sensoriales debidamente estimulada, rehabilitada y educada se convierte en un recurso socialmente útil, productiva y profesionalmente valioso para el avance de la nación en vez de constituir un peso muerto o un lastre que retarda o dificulta el progreso de las sociedades.

Ojalá que el contacto con la belleza de cuerpo y alma de Wanda Genao con su corazón valiente y su ardiente voluntad de crecer pueda persuadir a las autoridades de la Juventud, a cuyo secretario tuve la oportunidad de sugerirle en nombre de la Asociación Dominicana de Sordociegos que implementara programas a favor de los jóvenes con discapacidad; de que la modernidad no sólo se centra en la tecnología avanzada y en los observatorios juveniles internacionales, sino también, y sobre todo, en valores como la solidaridad, la inclusión y la apertura de oportunidades a aquellos que pese a convivir con una discapacidad, o quizás por ello mismo, son además de personas útiles, creativas y productivas, gente luchadora y tenaz dispuestas a pagar con esfuerzo y persistencia el precio de su integración social igualitaria.

 valdemar70@hotmail.com

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