Oyendo radio
Detalle conmovedor

<STRONG>Oyendo radio</STRONG><BR>Detalle conmovedor<BR>

EDGAR REYES TEJEDA
No lo conozco personalmente, nunca hemos intercambiado siquiera un saludo casual; sólo conozco, por ser estos públicos, su nombre y quehacer profesional.

Vengo escuchando su voz, su estilo educadamente ocurrente y cumbanchero, desde principios de los años 80, cuando Radio Universal era La Estación;  en donde él, junto a los luego reconocidos y cotizados Héctor José Torres, Marino Guzmán, Sandy Almeida y José Rosario; por cierto ¿por dónde andarán estos dos últimos?, atraía a una fiel y gozosa radioaudiencia que sintonizaba la emisora de mañana, tarde, noche y madrugada.

Luego de aquella época, para mí emocionante y memorable, lo escuchaba esporádicamente en una y otra emisora hasta que desde algunos meses atrás lo oigo, confieso que ocasionalmente; en un programa radial de salsa que se ha convertido en un fenómeno de popularidad en el horario vespertino.

Hablo, muchos lo habrán adivinado ya, del famoso locutor Carlos José Rosario, pero no con el ánimo ni la intención de resaltar la gracia, el ingenio y el cotidiano buen humor con que seduce a los apasionados de la salsa cada tarde en Caliente FM. Lo que quiero destacar de este profesional del micrófono es la conmovedora y antigua devoción que muestra con sus palabras, con los matices de su entonación y con voz para mí profunda y sincera, por su madre y por su padre.

Durante los más de 26 años que lo he escuchado a través de la radio jamás ha dejado de mencionar, exaltar y agradecer a mamá Mercedes y al extinto don Manuel, gente que presumo sencilla y bondadosa de Hato Mayor, su pueblo natal; y a los que él, desde que iniciaba su carrera rinde un cálido homenaje de veneración y ternura en su trabajo cotidiano.

Ya lo he dicho al principio de la columna, no lo conozco, nunca he cruzado con él ni un saludo casual, sin embargo a mí, como simple y anodino oyente de radio, me conmueve y me enternece escuchar un locutor que con respeto y sinceridad filtra entre la alegre ligereza de la animación musical, suaves dosis de un noble sentimiento filial.

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En la temporada navideña era la estridente voz de un pollo que se quejaba porque los consumidores preferían el cerdo como alimento tradicional de navidad, e invitaba escandalosamente a que se comiera pollo en esas festividades. En estos días se trata de la voz idiota y algo pendeja de un supuesto bacalao que ante una pregunta periodística enumera las virtudes medicinales de su aceite.

Me figuro, que probablemente la idea del creativo publicitario habrá sido despertar en el radioescucha una risueña simpatía; pero a mi parecer han errado el tiro y lo que suscitan en el público sus desazonados comerciales son bostezos y gestos de fastidio, ¡Qué desconsideración al sentido del humor colectivo!

valdemar70@hotmail.com 

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