OYENDO RADIO
Milton

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POR EDGAR REYES TEJEDA
Fue a mediados de los años 70, tal vez antes, cuando todavía siendo un niño empecé a conocer el inteligente humor y torrencial talento de Milton Peláez, atraído por las carcajadas que mi tío José Tejeda (El Tio-Jo) esparcía estruendosamente desde su asiento frente a la televisión en casa de mi entrañable abuela Mamá Santa, mientras miraba El Show de Noticias.

Poco después lo escuchaba junto a mis compañeros del internado de la Escuela Nacional de Ciegos, cuando al filo del crepúsculo nos hacía morir de risa desde El Majarete de las Cinco que producía y conducía en Radio HIZ.

Más tarde, ya a inicios de los 80, mi prima Yilda María, quien había conseguido su primer empleo en labores secretariales en la publicitaria Bergés Peña, contaba sorprendida y risueña, cómo Milton luego de sentarse breves minutos en su oficina le entregaba el manuscrito, presumo que elaborado con la tinta de su emblemático «bolígrafo azul»; de la trama de una de las ingeniosas comedias, chispeantes parodias o hilarantes poemas humorísticos con que momentos después nos haría sonreír o reír a mandíbula batiente en el Show del Mediodía; que en aquel entonces, en su jubiloso apogeo, distaba mucho de ser la sombra crepuscular de sí mismo que es hoy día.

También lo seguí de buen grado durante el lapso, creo recordar que muy breve, en que produjo y condujo el programa De Noche; y más adelante  cuando se produjo su trepidante incursión en la efervescente y archipublicitada guerra de las papeletas entre los artistas de Color Visión y la entonces televisora Rahintel, adquirida por el multimillonario banquero de moda en el  llamado Gobierno de Concentración Nacional.

Tengo también grata memoria de su feliz intervención en la producción del maravilloso programa Con Cuquín, de su trabajo como excepcional productor de espectáculos en el show Cien Por Ciento Cecilia y de múltiples y regocijantes expresiones de la diversidad, creatividad y alcances de su talento artístico; talento abundante, fecundo y enriquecido por una ostensible preparación cultural que convirtieron a este singular artista, a mi juicio, en el mejor creador de humor de la República Dominicana.

Ahora que Milton ha muerto súbita y violentamente, «como del rayo», diría el poeta  Miguel Hernández, siento como el resto de su enorme público de simples y comunes admiradores, una temperatura de pena en el corazón, un sabor a tristeza en el alma.

Al ver en el programa La Vida Misma, que conduce serena y profesionalmente la periodista Josefina Navarro, a sus hijas e hijos hablar sobre su padre ahogados en el mar amargo del llanto, me asaltó con espantosa lucidez la sentencia de Ortega y Gasset, «La muerte es por lo pronto, la soledad que queda de la compañía que hubo».  

Valdemar70@hotmail.com

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