Oyendo radio
Propaganda

Oyendo radio<BR><STRONG>Propaganda</STRONG>

POR EDGAR REYES TEJEDA
Al escuchar la avalancha de propaganda partidarista que en estos días abarrota los medios de comunicación, y desde ellos abruma y satura a los ciudadanos y ciudadanas comunes; pienso en dos aspectos característicos del proselitismo en los tiempos que corren, uno es la conjunción multidisciplinaria de sociología, mercadeo y publicidad que se ponen en juego en pos de crear figuras atractivas para el voluminoso y heterogéneo electorado.

Lo otro en que también me da por reflexionar, es en lo relativo al uso y abuso utilitario que se hace del arte popular para atraer como miel a las hormigas a las grandes masas que caen más que convencidas seducidas ante la música y la lírica con que los candidatos y candidatas se construyen aureolas ilusorias.

En cuanto al primero de estos aspectos, he de decir que pese a que puede presumirse que es asunto conocido por todos el proceso mediante el cual se elaboran las campañas mediáticas de los políticos actuales; me arriesgaré brevemente a explicar que los encargados de esta publicidad política consultan mediante encuestas al blanco de público electoral hacia el cual han de dirigir sus mensajes persuasivos, y luego de acumular las impresiones, opiniones y sentimientos de los electores y conocer en términos porcentuales sus aspiraciones más apremiantes, crean a partir de la información acopiada un perfil aproximado al deseo o las perspectivas del mercado, al cual posteriormente le sirven un producto aderezado artificiosamente con las cualidades y matices que ese público prefiere y con el discurso que responde a las esperanzas de mejoría material y social de esos núcleos.

Como se ve, se estudia a los potenciales votantes como al objeto destinatario de un producto cualquiera y luego se le prepara un producto de características semejantes al que ellos demandarían, una simple y habitual operación mercadológica y publicitaria, que por tratarse de que “el producto” es un líder llamado a poner su talento y su esfuerzo a favor del desarrollo de una comunidad; y de que “el mercado” es una comunidad de personas libres y dignas que tienen el derecho y el deber de elegir el representante idóneo para que le sirva de intermediario y facilitador ante los mecanismos del poder para alcanzar la calidad de vida que como ciudadanos merecen; lo dicho convierte a esta simple y habitual operación mercadológica en una burda manipulación al ciudadano votante y en una sofisticada estafa a la colectividad.

Sobre el empleo utilitario del arte en la encarnizada competencia proselitista no hay que abundar mucho; basta oír la cantidad de jingles que se escuchan diariamente por la radio y la televisión o los atronadores equipos de música que desde diversos vehículos atormentan y anonadan a la gente de manera cotidiana.

No hay legislación disponible o aplicable para regular la disuasión masiva a través de estos recursos artificiosos y mucho menos para siquiera paliar la contaminación sónica de la campaña; puesto que cualquier infinitesimal atisbo de imponer orden, civilización y respeto a los demás en este alucinante y engañoso festival electoral es considerado de inmediato como un intolerable atentado a la democracia  y sus magníficas bondades.

valdemar70@hotmail.com

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