P. Gregorio Alegría, un misionero con legados sociales

P. Gregorio Alegría, un misionero con legados sociales

No solo es ejemplo como sacerdote dedicado a la evangelización y al servicio a los pobres. También es incansable gestionando ayuda para familias desvalidas, logrando viviendas dignas a los que han visto sus casas inundadas por las lluvias o arrasadas por el viento.

Llevó salud, alimentos, educación, recreación, techo a cientos de jóvenes y adultos que rescató del olvido.
Un derrame cerebral no ha logrado postrarlo ni detenerlo en su incesante trabajo social y misionero.

Tampoco la edad, los 83 años que vive cada día con un nuevo propósito. Camina apoyado en un bastón y así cumple todas sus obligaciones misioneras y labor humanitaria. Recorre Los Minas, Katanga, Puerto Rico, Los Tres Brazos, y se desplaza hasta la obra de sus más intensos esfuerzos: La Nueva Barquita.

Tranquila, limpia, protegida, es ahora una de las moradas del padre Gregorio Marcos Alegría Armendáriz, la casa curial en la que pernocta cuando tiene fiestas religiosas temprano al día siguiente, como fue la celebración de Corpus Christy. Recorrió el barrio en procesión y presidió misa solemne.

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En retribución, el pueblo ha designado Padre Gregorio Alegría la calle principal del sector.
Reside en República Dominicana desde el 24 de octubre de 1976, conserva su acento español pero su vocabulario y su entonación son auténticamente criollos.

A pesar de su fragilidad muscular por el ACV, caminó desde su otra comunidad, la de la avenida San Vicente de Paul, para mostrar la calle “Misión de los Padres Paúles” y el público le gritaba: “¡Alegría!” “¡Alegría!”, “¡Alegría, regálame cien pesos!”.

Él hace honor a su apellido, respondiendo sonriente, sin alterarse ante los que le cerraban el paso para saludarlo o plantearle situaciones.

Administrador. Además de bienhechor, Gregorio Alegría tiene dotes gerenciales. Fue cuatro veces párroco de la iglesia San Vicente de Paul, en Los Minas; estuvo en el seminario de los Padres Paúles del ensanche Ozama, como director; fue cuatro veces provincial de la Provincia de Puerto Rico que dirigió en frecuentes viajes desde Santo Domingo hasta Borinquen.

Fundó la comunidad de los Paúles en Haití y construyó allí una casa para los misioneros y un seminario para aspirantes a vicentinos.

Siendo párroco de San Vicente de Paúl le sorprendió la propuesta presidencial para rescatar La Barquita.
Preside el Patronato de la Nueva Barquita donde es párroco de la iglesia San Francisco de Asís. Es director del Liceo-Escuela San Vicente de Paúl de Los Minas.

Gracias a su mediación se construyó el centro Médico “Auxilio Mutuo”, en Los Minas, y él procuró fondos para erigir la escuela Margarita Nassau, en la “Vieja Barquita”.

Los reconocimientos a su labor se han extendido hasta su Patria donde le otorgaron el “Premio Fundación Cofares” que “reconoce la labor social en favor de comunidades necesitadas de atención sanitaria o social”. Aquí fue electo “El hombre del año”, por lectores de Diario Libre.

Los logros debidos a su iniciativa en La Nueva Barquita son numerosos: canchas de básquet y volibol, pista de patinaje, anfiteatro, liceo, escuela primaria, centro “Supérate” de Artes y oficios, hospitales de atención primaria, psiquiátrico ambulatorio, farmacia, club “La Milagrosa”, fiscalía, cuartel de la policía, apartamentos para marinos que cuidan entradas y salidas, casa curial, parroquia, polideportivo, comedor económico y otros.

Difusor. Gregorio Marcos nació el 25 de abril de 1941 en Artazu, Navarra, España, hijo de Francisco Alegría e Inés Armendáriz. Cursó bachillerato en Pamplona; filosofía en Madrid y teología en Salamanca, donde fue ordenado sacerdote el 23 de junio de 1968. A su llegada al país estuvo como misionero en San Francisco de Macorís y en Guaymate, La Romana.

Es difusor que mantiene latente la vida de San Vicente de Paul. Monta esculturas, cuelga pinturas, obsequia imágenes del santo. Colocó gigantesca talla en la autopista Las Américas entrando a Los Minas.
Repite con frecuencia lemas de San Vicente: “El Señor me ha enviado a evangelizar a los pobres”, “La caridad nos urge”.

La calle. Sobre la calle Padre Gregorio Alegría, iniciativa de la comunidad, expresa: “Me comprometí con la gente. Mi vocación de misionero de San Vicente de Paúl la llevo dentro del corazón y sufro con los problemas de las personas, especialmente las más vulnerables, que eran las que vivían en La Vieja Barquita. Esos días de lluvia los barqueros debían estar mirando al cielo para salir corriendo con los ajuares que tenían”.

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