PABLO JORGE MUSTONEN: Largas redes de mares y nostalgias irrenunciables, su libro Mar de recuerdos

PABLO JORGE MUSTONEN: Largas redes de mares y nostalgias irrenunciables, su libro Mar de recuerdos

“Nadie pudo saltar los puentes que nos conducían al sueño y del sueño a nuestros sueños y de nuestros sueños a la eternidad”

Paul Eluard / Eugéne Grindel. 1942

1. Ventanas de acacias en la José Contreras, o el paraíso de las teutonas ausentes. ¿Quién dice que entre la herrumbre y los días salpicados de cielo y de sal no aparecerá alguna foto que denuncie en la dulzura del tiempo viejas complicidades, añoranzas y descubrimientos, desde la ventana arropada por un árbol de acacias, que en sus rutinas marcaba justo el tiempo musical de nuestros recuerdos?

Pablo Jorge Mustonen (Santiago, 1963), descubre un día un ejemplar de su libro, me lo muestra en plena librería, no me comprometo a nada, de hecho había visto el libro en un anaquel en algunas búsquedas desesperadas. Dialogamos y nos despedimos.

El libro finalmente llegó a mi casa. Se quedó en la mesa del comedor varios días hasta que una madrugada, intrigado, comienzo a leerlo sin mirar la dedicatoria.[1]

¿Quién dice que entre anclas perdidas, disfrazadas de arena como kabukis submarinas y las tardes bañadas de nácar salobre, no aparecerá alguna foto que nos devuelva lo vivido, detenido justo en el momento, en que las acacias regalaban cantatas de zumbidos, entre pétalos amarillos y tiernos?

A veces, las redes del silencio, aprisionan corazones para siempre.

2. Lectura de mar de recuerdos: cronología humana entre familias, amigos y fantasmas. Desde las primeras páginas, el libro tiene una espada de ideas y rostros, para asesinar soledades sin posibles batallas mosqueteras existenciales: epígrafes de Blas de Otero, Luis Cernuda o Pablo Neruda, marcan ya un estado de alma, senderos que la poesía sin claves absolutas, obliga para hacer rutas delicadas hacia las páginas que siguen.

“Solamente nosotros” (Pág. 21) Pablo Jorge Mustonen observa su propia estatura de niño curioso y mira al mismo tiempo a su abuelo, disparidad de edades, que otorga a la vida un sabor singular, mientras la acción desde la infancia transcurre, se acoteja en el tiempo, para ser recuerdo y evocación alguna vez, porque la fuerza de ese recuerdo pide un cariñoso exorcismo impreso. El recuerdo de un abuelo tiene algo de fundacional en la conciencia humana y la mirada de Pablo Jorge Mustonen recrea espacio y memoria de un tiempo bucólico y provincial que en su vida no tiene más retorno, no volverá.

El tono evocador, el juego permanente entre textos y dedicatorias, desde ese texto, nos guiarán hacia agudas observaciones de comportamientos o a evocaciones y vivencias retratadas con simplicidad aparente, pero profundas y con una pincelada humanista absoluta. “The First Kiss” (Pág. 35) – “Noticias de ti” (Pág. 51).

Entre “The First Kiss” y “Noticias de ti”, cortaziano y cotidiano, Mustonen en el primero nos lleva a navegar por unos meandros de iniciales que ellos en sí mismos son cortes emocionales del mismo relato, en un carnaval de iniciales una pulsación y búsqueda sin resignación de todo amor posible, imaginario o no, colocado a veces en la fuente platónica de la sugerencia añorada, con hondos deseos de vivirlo, pero el mismo pudor del juego de iniciales también indica que el autor se solaza en el recuerdo de esos posibles encuentros, The First Kiss (el primer beso), es como un inventario de encuentros y desencuentros, con voz y trompeta de Chet Baker,[2] de fondo, dando color gris pero de alma encendida, entre todos aquellos fuegos de mujeres diversas, retratadas como poemas, que al decir de Francois Truffaut[3], sus piernas son el péndulo del mundo.

En esa policromía, melange de ciudad colonial y el Village que se robaron los Cardenales y no los de San Luis, Pablo Jorge Mustonen desplaza una memoria afectiva, urgente, necesaria.

Allí en The First Kiss, hay cabelleras de todos los colores y gustos, olores y perfumes diversos, miradas vivas, momentos furtivos en los que el reloj femenino pone pauta y decisiones, toda timidez (Pablo Jorge Mustonen), será castigada con la rapidez del olvido, la pulsión del momento o “el bolero lento”.

Cuando el autor dice “Amé y sufrí”, un respiro singular se siente y la reconciliación de un saludo como amigos a posteriori dejan clara la óptica que en ese libro, “Mar de recuerdos”, la voz masculina no agrede en sus historias mixtas, la voz masculina mira al otro sexo con inédito espíritu de igualitarismo existencial y de convicción.

El puente se hace con “Noticias de ti”, la misma intensidad del amor concreto, esta vez, pero hacia un perfilado erotismo sin violencia, discurrente: “Estamos desnudos. Siento tus manos por mi espalda y reconozco tu boca que me besa lentamente los hombros y por ambos lados del cuello.

Un grito me sube por la garganta, lo aprieto con mis dientes y mi lengua, consigo dominarlo, suelto un poco de aire, respiro”…

Entre esos puentes, no hay derrotas, la vida, el amor y las circunstancias discurren, solo discurren…

3. Mar de recuerdos, melomanía, lecturas y claves de jazz. Al final, si fuéramos hacer un cóctel entre yerba buena y “Mar de recuerdos”, la música saldría por todos los lados y sería la mejor demostración de que la melomanía[4] es una forma de vida, una razón de existir, un furor ululante que cierta gente elige para acompañar el tránsito por la tierra, Pablo Jorge Mustonen pertenece a esa legión apasionada y densa, su libro está poblado de música, sin distingos de géneros, como debe ser en todo melómano que se respete.

Sus lecturas son precisas, sus estilos inconfundibles, entre J. L. Borges, J. Cortázar o Keat, Luis Cernuda o Blas de Otero, lo heterodoxo se impone camino a Walt Whitman, sin dejar una pasión local que comparto con inmenso cariño y devoción: don Freddy Gaton Arce, a quien le guardo siempre girasoles cuando lo pienso.

“Mar de recuerdos” ha sido una grata sorpresa, sin pretensiones, con sentido de oficio y corazón abierto a lo cotidiano, soñado o vivido.

¿Quién dice que es imposible que el autor vaya al rescate de otras historias perdidas, miradas desde la ventana de la acacia, las amigas teutonas, mi Jeannette y su Tina arrobadas, el futuro (que es hoy en la alegría) del Pablo Jorge Mustonen autor, apoyado a una vieja estufa, en aquel paraíso de los años idos, por una ventana de acacias cantoras? (CFE)

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