Pablo Neruda: “Puedo escribir los versos más tristes esta noche”

Pablo Neruda: “Puedo escribir los versos más tristes esta noche”

En el confín del mundo, en el profundo sur chileno, en un universo de araucarias y lluvia nació Pablo Neruda. Nació y fue bautizado con el nombre de Ricardo Eliezer Neftalí Reyes Basoalto, en Parral, el 12 de julio de 1904. Era hijo de José del Carmen Reyes, de ojos azules muy lindos, socarrón, con la misma risa de Pablo.

Era agricultor de viñedos, trabajador de los diques de Talcahuano y ferroviario en Temuco. La madre, Rosa Neftalí Basoalto Opazo, de quien Pablo heredó el nombre, era profesora en Parral. Se casó grande, a los treinta y ocho años, y murió a los treinta y nueve, consumida por la tuberculosis y al mes de nacer el hijo.

“Cuando nací mi madre se moría”; “Madre, he llegado tarde para besarte / para que con tus manos me bendigas”, dirá Pablo Neruda en sus primeros poemas, buscando la imagen de la madre que sólo conoce a través de una vieja fotografía que encontró en un baúl de unos vecinos de Temuco. “Era una señora vestida de negro, delgada y pensativa. Me han dicho que escribía versos, pero nunca los vi, sino aquel hermoso retrato”.

Poco tiempo después el padre se casó en segundas nupcias con Trinidad Candia Marverde. El poeta la describe diligente y dulce, con sentido del humor campesino, una bondad activa e infatigable. Nunca la llamó madrastra. Es su “Mamadre”: “Mi boca tiembla para definirte / porque apenas / abrí el entendimiento / vi la bondad vestida de pobre trapo oscuro”. Nacen sus hermanos Laura y Rodolfo. Atrás quedó Parral como recuerdo de una pena honda. Es Temuco, su geografía poética impregnada de lluvias, bosques, madera, pájaros, insectos cogidos por los ojos hacia su curiosidad desaforada. Son de Temuco las tiendas identificadas con objetos inmensos: zapatos, serruchos, caballos, llaves. Ciudad de incendios, porque las casas de madera no estaban preparadas para el verano. En Temuco entra al Liceo, y entre sus compañeros de apellidos extranjeros “iguales entre los Aracenas y los Ramírez y los Reyes, brillaban con luz oscura los apellidos araucanos olorosos a madera y agua: Melivilus, Catrileos.” También allí vivió los primeros amores, “los purísimos”, las primeras lecturas de Buffalo Bill, Salgari, y conoció a la señora que llegó de las regiones australes con vestidos muy largos y zapatos de taco bajo. Era la nueva directora del Liceo de Niñas. Era nada más y nada menos que Gabriela Mistral. De esa tierra de lluvias perennes nace el primer poema “habiendo apenas aprendido a escribir sentí una vez una intensa emoción y tracé unas cuantas palabras semirrimadas, pero extrañas a mí, diferentes del lenguaje diario. Las puse en limpio en un papel, presos de una ansiedad profunda, de un sentimiento hasta entonces desconocido, especie de angustia y tristeza… completamente incapaz de juzgar mi primera producción, se la llevé a mis padres… Les alargué el papel con las líneas, tembloroso aún con la primera visita de la inspiración. Mi padre, distraídamente lo tomó en sus manos, distraídamente lo leyó, distraídamente me lo devolvió, diciéndome: ¿De dónde lo copiaste?”.

No es lo que ambicionaba el padre para su hijo. No lo quiere poeta. Quiere una carrera digna para que se gane la vida. Que estudie para profesor. La poesía no cabe en su mundo. El muchacho cambia su nombre para poder publicar en diarios y revistas. Renuncia a la herencia de su madre, de Neftalí se va a “Pablo” porque le gusta el sonido y “Neruda”, lo toma del poeta checo Jan Neruda.

El, que había nacido tierra adentro por fin conoce el mar: “cuando estuve por primera vez frente al océano quedé sobrecogido. Allí entre dos grandes cerros (el Huilque y el Maule) se desarrollaba la furia del mar. No era sólo las inmensas olas nevadas que se levantaban a muchos metros de altura sobre nuestras cabezas, sino un estruendo de corazón colosal, la palpitación del universo”.

Desde entonces y para siempre el mar se convierte en su obsesión. El grumete recoge las olas, la espuma, las costas, caracolas marinas, peces que van cayendo en el continente de su arca. Ya sus cuadernos están llenos de poemas que guarda celosamente su hermana Laura. Algunos asoman tímidos en el diario “La Mañana” de Temucho; “Corre Vuela” (Santiago); “Siembra” (Valparaíso); “Revista Cultural” (Valdivia); “Asteroides” (Cauquenes); “Ratos Ilustrados” (Chillán); “Selva Austral” (Temuco).

Deja la casa paterna, se sube a un tren con la cabeza “llena de libros, de sueños y de poemas que zumbaban como abejas… con el indispensable traje negro de poeta, delgadísimo y afilado como un cuchillo, entré en la tercera clase del tren nocturno que tardaba un día y una noche interminables en llegar a Santiago”.

En Santiago, divide su vida entre el Pedagógico de la Universidad de Chile donde se nutre de la cultura, se relaciona con intelectuales, con poetas y semipoetas, y su otra vida, su otra realidad de muchacho provinciano pobre, de penurias y hambre. En una pensión de la calle Maruri, desde los crepúsculos hasta los amaneceres, comienza a estructurar su primer libro. Mira por el balcón “el cielo embanderado de verde y carmín, la desolación de los techos suburbanos amenazados por el incendio del cielo”.

En las noches se reúnen los poetas en largas conversaciones enredadas en versos hasta la madrugada. Del frío se defiende con una capa que Ferrocarriles proveía a su padre, “de grueso paño gris. Yo la destiné a la poesía”. Implanta la moda y todos la usan. Los estudios se olvidan y empieza a escribir poemas en su habitación pobre. Se acerca a la Federación de Estudiantes; se hace amigo de: Alberto Rojas Giménez, Romeo Murga, Tomás Lago, Orlando Oyarzún y tantos otros. El Pedagógico lo presenta a “Marisombra”, la sensual niña de la “boina gris”, que inspira parte del libro en que trabaja. Gana el Primer Premio del concurso de los Juegos Florales por su poema “Canción de la Fiesta”. Termina su libre junto a poemas llenos de desolación como “Farewell”, “El Castillo Maldito”, “Tengo Miedo”; hay otros de decidida actitud social con la confianza de que la palabra poética es transformadora de la realidad. Publicó con el nombre de “Crepusculario” en 1923, con apenas diecinueve años, una obra que presagiaba al Pablo Neruda futuro capitán que “echa a andar las usinas de su barco”. Se encamina hacia “El Hondero Entusiasta”, los “Veinte Poemas de Amor”, “Tentativa del Hombre Infinito”. Otra etapa se abría, un nuevo mundo se abría para el ingenuo muchacho de Temuco.

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