Los dominicanos no hacen el ridículo internacional por no firmar el Pacto Migratorio, porque no lo conocemos. Muchas personas instruidas, que leen los diarios regularmente, desconocían los pormenores de dicho pacto, el cual, por cierto, no tiene en las letras nada que no sea razonable y correcto sobre el tema migratorio.
Otra cosa fue que de repente se dijese que autoridades de tan poco nivel de credibilidad sobre el tema migratorio, firmarían un pacto tal. Consecuentemente, fue oportuno el movimiento de rechazo a lo desconocido, especialmente en un tema demasiado sensible para los dominicanos.
Tampoco estamos coincidiendo con Trump o cualquier país, ya que no necesitamos ni debemos coincidir con nadie respecto a la migración haitiana: Tenemos una situación muy poco común con otros países del mundo.
Me parece que mi querido Juan Bolívar exagera cuando dice que hacemos el ridículo. Si acaso, pudieron haberlo hecho las autoridades nacionales que asistieron a eventos de preacuerdo; pero no los ciudadanos, quienes siendo mayormente pobres y “semi-letrados”, no pueden hacer el ridículo, pues los infelices no “hacen el ridículo”, porque esa figura es para gentes finas. Los dominicanos, frente a esos países, son pobres, analfabetos: no ridículos.
Tampoco, querido Juan, es completamente correcto que el anti-haitianismo crece, como quien dice, alegre e irresponsablemente en el país. Pero, ciertamente, crece dicho rechazo; porque crece diariamente el temor ciudadano ante la irresponsabilidad e incapacidad manifiesta de cuidar nuestra frontera por parte de nuestras autoridades.
En todo el mundo no existe un caso migratorio fronterizo igual al nuestro. Ni un estado de situación respecto a nacionales tan distintos respecto a lengua y cultura. No es correcto, por hermoso que sea el pacto referido, (que lo es), firmarlo sin siquiera conocerlo una población tan vapuleada como la nuestra en tantos aspectos.
Por otra parte, pocas personas en todo el mundo expresan desprecio o temor respecto a personas, de cualquiera que sea el color y la raza, si su presencia está bajo un control social adecuado, es decir, bajo circunstancias predecibles y manejables. Los blancos racistas del sur de los Estados Unidos no eran despectivos respecto a sus esclavos de confianza, y hasta, en ocasiones, amaban a sus nanas negras como a sus propias madres.
El racismo es, fundamentalmente, un asunto de temor ante el extraño, de incapacidad de prever y predecir situaciones. Y en un país tan desordenado y carente de educación y disciplina, amenazado constantemente por la criminalidad, la corrupción, el desempleo y la inseguridad ciudadana; quizá solamente dueños de ingenios, terratenientes, ingenieros, constructores, y algunos otros, celebran la presencia de indocumentados con los que ni siquiera pueden comunicarse pero que aumentan sus riquezas. Por lo demás, tenemos que trabajar nuestro subconsciente, porque nuestra nacionalidad nació gracias a las invasiones haitianas. Similarmente, también por ignorancia, los dominicanos debemos tener un temor saludable ante gobiernos poco responsables y organismos que representan intereses que no siempre nos favorecen.
Pero acaso sea cuestión de tiempo, de que estudiemos y conozcamos el hermoso Pacto, que en sus letras parece inobjetable.