El pacto acordado por el presidente del PRD, ingeniero Miguel Vargas, y el presidente Danilo Medina, para endosar a éste la candidatura presidencial unificada en los comicios del 2016, rubricado el día siete de este mes, liquida a la oposición de relativa significación que se cobija en el PRM.

Fue el segundo pacto de corbatas azules entre los dos partidos rivales que han jalonado el quehacer político luego de la desaparición física del presidente Joaquín Balaguer y su despotismo ilustrado, constructivo, represivo y sangriento.

Recordamos que el primer pacto de corbatas azules fue rubricado entre el presidente Leonel Fernández y Miguel Vargas en 2009 que propició luz verde a la reelección con un período de por medio, una versión de carne mechada, donde el PRD abjuraba del principio reeleccionista de José Francisco Peña Gómez y el PLD el del presidente Juan Bosch.

La coyuntura que mortifica al débil e insustancioso PRM, sin un dirigente de carisma y absento de un programa de gobierno que entusiasme a los electores, es que el presidente Medina, aparte del desbroce de la vía para su reelección por Miguel Vargas, dispone de una aceptación del 66.6% frente a un 18.4% de Luis Abinader Corona, que preside el PRM, conforme sondeo de Markestrategia, divulgado este diez de septiembre.

Logros “a la vista” del presidente Medina en visitas sorpresa (RD$9,300 millones); 4% a Educación; SENASA; Bono Luz, Bono Gas, Solidaridad, son repercusiones sociales de una envergadura nunca percibida, sobre todo, en 36 meses de un mandato constitucional, entendiéndose que en los doce meses restantes, es posible hacer mucho de lo nunca hecho, que sobredimensiona un PRM sin discurso creativo, focalizado al páramo e inocuo recurso de la crítica.