Pactos, dogmas y realidades

Pactos, dogmas y realidades

La importancia de determinadas coyunturas políticas no solamente radica en los resultados que de ellas se deriven, sino también en la diversidad de temas, debates y lecciones que estas generan. La presente coyuntura electoral nos ha permitido debatir, entre otros temas, el de los partidos y específicamente sobre la naturaleza de los dos partidos mayoritarios, el significado de los movimientos políticos y sociales, los pactos, la democracia, la dictadura constitucional.

En esta coyuntura ha surgido el Movimiento Ciudadanos y Ciudadanas por la Democracia, motivado por la constatación de la imperiosa necesidad de bloquear el continuismo de un poder cada vez más sustentado en una red de corrupción y de control de las principales instituciones del Estado, en un contexto en que no existe una fuerza política con propuestas claramente alternativas. Por lo que, en tal circunstancia, este propone un pacto condicionado con la única organización política con capacidad de bloquear ese continuismo: el PRD.

Semejante planteamiento, despierta los demonios del dogmatismo y de los prejuicios, lo cual, lejos de ser un problema, constituye una oportunidad para oponerse a dichos demonios con la fortaleza del análisis concreto. Nos permite iniciar una reflexión sobre la historia de las relaciones de diversas fuerzas políticas de izquierda, de centro, de sectores ricos y medios, de la alta jerarquía católica con el PRD y lo que este ha significado en el imaginario de esos sectores y en el imaginario popular de este país.

La dirección de ese partido ha sido inconsecuente con sus profundas raíces populares, con la resistencia a los doce años  de represión y muertes del balaguerismo, con su papel durante la resistencia a la intervención norteamericana del 65, con su rol de fuerza principal en la organización de los movimientos gremiales y sindicales en los años inmediatamente después de la caída del trujillismo y con los miles de muertos que ha aportado en la construcción de la democracia en este país.

Es cierto  que este ha sido inconsecuente con su significado e historia, que muchos de sus dirigentes se han corrompido en el ejercicio del poder, pero es injusto decir que fueron todos, sin reconocer que muchos han sido ministros y ministras con decoro. Decir que este es igual al PLD, cuya vocación elitista lo ha mantenido desligado de las protestas y movimientos populares del país, de un pálido papel en la historia de la lucha por la democracia dominicana, significa analizar nuestra realidad cegado por los prejuicios y el dogmatismo.

No es casual que el Movimiento de Ciudadanos y Ciudadanas por la Democracia haya podido contribuir a recocer unas rotas relaciones del PRD con importantes sectores de la intelectualidad dominicana, con la sociedad civil, que haya tendido un puente entre ese partido y sectores tradicionalmente hostiles al mismo y que haya concitado tanto interés en sectores de tradición democrática dentro de esa organización.

Esta circunstancia, unida al hecho de que quienes  integramos este movimiento, tenemos una historia de vida caracterizada por la criticidad, la solvencia ética y profesional,  podría contribuir a un mejor contexto para la lucha por la democracia y contra la corrupción, no importa el gobierno que surja de las próximas elecciones.

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