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Por la carencia de buenos docentes fracasó la reforma de la instrucción pública emprendida aquí por el patriota puertorriqueño Eugenio María de Hostos a finales del siglo XIX; se frustraron los intentos de Julio Ortega Frier de elevar la calidad de la educación pública en las primeras décadas del pasado siglo 20; colapsó la reforma de la educación emprendida por Pedro Henríquez Ureña en 1931; lo mismo sucedió con la que tuvo a su cargo la Misión Chilena en 1940 y con la iniciada por Joaquín Balaguer a principios de las décadas de los años 50. Al final de la era de Trujillo, apenas un 4% de las personas dedicadas al oficio de maestro poseían algún título universitario que lo acreditara como tal. Quienes ejercían dicho oficio, por cierto muy mal remunerado, eran bachilleres con escasas posibilidades de cursar estudios universitarios.
Afortunadamente, a partir de las últimas décadas del pasado siglo 20, las condiciones de vida de quienes nos dedicamos a labores de enseñanza han mejorado bastante. Actualmente, la carrera de pedagogía, o las afines a ella, se cuenta entre las más preferidas por los estudiantes universitarios de nuevo ingreso. El profesional docente percibe hoy niveles salariados iguales o muy parecidos a los percibidos por los profesionales de otras carreras, vamos a decir, de Derecho, sociología, veterinaria, o de cualquier otra por el estilo. Hoy, resulta muy difícil que una persona pueda ocupar un puesto de maestro en una escuela pública o en un colegio privado sin poseer un certificado o diploma que lo avale como tal.
El enorme crecimiento del número de estudiantes matriculados en la escuela de educación en nuestras universidades a partir de las primeras décadas de los años 70 del pasado siglo 20 exigió una expansión paralela del profesorado que laboraba en esa área. Dada la grave escasez de profesores debidamente formados que teníamos en esa época, debe considerarse un milagro, o al menos un notable logro, que nuestras universidades hayan sido capaces de ocupar tantos puestos de enseñanza en tan poco tiempo. En la actualidad, más de 60 mil estudiantes cursan aquí estudios universitarios de grado y postgrado en pedagogía y en otras ciencias afines. Las cifras globales referentes a la proporción alumnos/profesores ocultan grandes variaciones entre las distintas facultades y cursos dentro de una misma institución. Esas variaciones podrían mostrarse como normales en muchas partes del mundo; aquí no. Si las examinamos más detenidamente las mismas revelaban desviaciones que exigen la adopción de medidas correctoras.
Años atrás, el cuerpo de directores de escuelas, distritales y regionales, se hallaba constituido por maestros que habían ascendido hasta esa posición después de largos años de servicio. Entre los que hoy ocupan esos mismos puestos los hay por centenares que recorrieron el mismo camino que sus antecesores. A todos ellos debemos reconocerles sus esfuerzos y sus entregas, otorgándoles pensiones que les permitan sobrevivir a las calamidades propias de personas entradas en edad.
Nadie, en su sano juicio, puede negar que la escogencia de directores de escuelas, distritales, regionales, y de otros altos funcionarios del Ministerio de Educación mediante concurso de oposición habrá de tener un efecto muy positivo en la calidad de la gestión educativa. Pero, debemos tener muy en cuenta que la selección por oposición para ocupar un cargo de dirección no es lo mismo que la escogencia del mismo mediante ternas.