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En las últimas décadas, el sistema dominicano de instrucción pública ha sido objeto de cambios de variadas índole que, mal que bien, reflejan la intensidad e incertidumbres en que vivió la sociedad dominicana en un pasado no tan lejano. Sus resultados son todavía inciertos. Tal y como nosotros lo apreciamos, establecen un marco para una amplia experiencia educativa que tardará algunos años en desarrollarse. Nadie, absolutamente nadie, puede prever con certeza cuál será el resultado de sus diversas innovaciones, y no cabe la menor duda de que en el transcurso de sus operaciones hará falta introducir numerosas y variadas correcciones. Como lo expresara Carlos Gerardo Molina, en un Seminario Sobre Políticas Educativas auspiciado por el Banco Interamericano de Desarrollo celebrado aquí en noviembre del 2001: “la complejidad del tema educativo admite múltiples acercamientos, cada uno de ellos embebido en sus propias complejidades y desarrollo, lo que implica en buena medida la diversidad de los cambios recientes”.
Al igual que aquí, la instrucción pública se ha transformado de manera significativa en toda la América Española, en la Región del Caribe, y en muchos otros países del mundo: el número y la proporción de estudiantes son mayores; hay una gran diversidad de instituciones con fines y funciones variadas; se han multiplicado y diversificado los tipos de estudiantes, de programas y de personal académico; han crecido igualmente las exigencias y competencias a las que se enfrentan las instituciones. Puede decirse que pocas instituciones viven mayores transformaciones y retos que aquellas que experimentan las instituciones de educación de nivel básico y medio, lo que no impide que algunos estudiosos consideren que ellas puedan ser un prototipo de organizaciones post industriales. Igual sucede con nuestras universidades y con las demás instituciones de educación superior. Las mismas han venido experimentando cambios en su estructura y composición, en su papel e imagen ante la sociedad, en los objetivos que se trazan, y en la organización que toman para alcanzarlos. Algunos de estos cambios como el relativo a la gran presencia de la mujer en las aulas y laboratorios universitarios, han ocurrido a gran velocidad y son claramente perceptibles; otros, en cambio, se están gestando o apenas percibiendo. Todos, sin duda afectan o podrán afectar nuestra forma de vida en un futuro cercano.
El Pacto Nacional por la Reforma Educativa en la República Dominicana 2014- 2030 es asunto consensuado entre expertos en la materia y entre personas con vocación hacia la acción. Del mismo deben de emanar principios y orientaciones para definir y conducir los cambios requeridos para elevar la calidad y la pertinencia de nuestro sistema de instrucción pública. Su tratamiento implica la modificación o generación de diversas políticas, como la política pública, la de las propias instituciones (autoridades, docentes, investigadores, personal administrativo y de servicio, y estudiantes) y la de los actores vinculados (la sociedad civil, las ONG, los sectores productivos de bienes y servicios y los organismos internacionales competentes, entre otros) ¿Cuáles serían los objetivos a alcanzar mediante el desarrollo del Pacto Nacional mencionado? Citaremos dos: el de definir los principios fundamentales que sustenten una transformación profunda de nuestro sistema de instrucción pública mediante la cual aquélla se convierta en promotora eficaz de una cultura de paz sobre la base de un desarrollo humano sostenible fundado en la equidad, la democracia, la justicia y la libertad; y el contribuir a mejorar la pertinencia y calidad de sus funciones docentes, de investigación y de extensión, ofreciéndoles igualdad de oportunidades a todas las personas a través de una educación permanente y sin fronteras, donde el mérito sea el criterio básico para el acceso tal y como lo señala el Artículo 63 de la Constitución de la República.