Pactos parciales sin sentido

Pactos parciales sin sentido

Comentario Editorial
Estamos en los días malos de las conversaciones sobre comercio. La tradicional pausa de un mes en las negociaciones asumida por los ministros de Comercio, funcionarios de la Organización Mundial de Comercio y la caravana viajera de periodistas y manifestantes, parecía estar amenazada cuando la ronda de Doha se vislumbraba como que ganaba impulso hace un mes.

Pero la aparente ilimitada capacidad de los negociadores de dejar las cosas para mañana encontró un límite cuando, reunidos en Ginebra a finales de julio, los ministros aceptaron, finalmente, lo obvio: que la ronda Doha estaba muerta, flotando en el agua.

Mirando hacia el reinicio de las hostilidades en el otoño, parecería que las dos líneas de ataque se están preparando. Una es un juego ligeramente tonto de preocupaciones competitivas para la reanimación de Doha, con ministros y funcionarios que se desplazan por todo el mundo, ostensiblemente para sostener reuniones que demuestren su dedicación a la ronda de comercio que su intransigencia acaba de llevar a un espasmódico estancamiento.  

La otra es lo que algunos (en particular, Estados Unidos), ya han estado siguiendo como una senda paralela al multilateralismo y otros (muy especialmente la Unión Europea) han estado amenazando como un “Plan B”: una intensificación de la campaña mal guiada para firmar tantos acuerdos bilaterales y regionales como sea posible, antes de que se acabe la música.

Si algo debiera revelar que el concepto de Washington de “liberalización competitiva” está mal encabezado, es el lamentable estado de Doha. Con sus intereses sectoriales desviados estrechamente por canales bilaterales, las grandes compañías de EEUU, también ostensiblemente, no acudieron, y dejaron a los negociadores norteamericanos a merced de los cabilderos de la agricultura, y que se estancaran las conversaciones.

Sin embargo, los planes para pactos regionales proliferan. Una idea, recientemente recogida por los japoneses, es crear un área de comercio en el este de Asia, con los diez miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste de Asia (ASEAN), además de Japón, China, India, Australia y Nueva Zelanda. Otra que está recibiendo una atención respetuosa, si no un entusiasmo estimulante, en la oficina del representante de Comercio de EEUU es que la Asociación de Cooperación Económica Asia-Pacífico, que incluye a EEUU, se convierta en una zona de libre comercio. 

La probabilidad de un acuerdo de comercio regional, seriamente profundo y amplio, siguiendo la línea del Este de Asia o la APEC, en un corto plazo es aproximadamente nula. El Congreso, que ya está bufando y pujando por China, sufriría un ataque si la Casa Blanca expone todavía a más compañías estadounidenses a la competencia de China. Y ningún pacto con Asia tendrá suficiente profundidad mientras intente poner bajo el mismo yugo a economías tan diversas como Birmania, Vietnam, Japón y Singapur.

El problema actual de las conversaciones de comercio no es que los ministros no se estén tomando suficientemente en serio entre sí. Ellos no parecen estar haciendo otras cosas. Es una falta de respaldo a la liberación del comercio, con amplitud suficiente para unir las diversas hebras de intereses de exportación en un tejido multilateral. Y no existen alfileres y agujas suficientes en los mapas de Asia, ni sueños de libre comercio, que vayan a cambiar esa situación.

VERSION IVAN PEREZ CARRION

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