En más de un siglo de presencia en República Dominicana, los Misioneros Claretianos, religiosos y religiosas, no solo han contribuido a la formación espiritual e intelectual de generaciones de sacerdotes, sino al alimento físico de los pobres y a combatir enfermedades a través de la donación de medicinas. Adoctrinan en la fe católica a niños y adolescentes, alfabetizan a imposibilitados de asistir a clases porque en su entorno no hay escuelas o debido a su condición de extranjero sin documentados. Son, además, una amorosa compañía de ancianos sin familia.
Ofrecen conferencias de contenido social, religioso y de vocaciones para ser monjas o clérigos, pero su principal atención está puesta en la educación: en los pueblos y en Santo Domingo son cuantiosos sus colegios. Sus métodos de enseñanza son preferidos por numerosos padres y alumnos. Es nutrida la feligresía en sus templos.
Aunque a pesar de los intentos no fue posible lograr comunicación con sus párrocos ni con sus religiosos y directivos de sus colegios, por la información que colocan en Internet se pueden apreciar sus obras y su historia y las semblanzas de su fundador, Antonio María Claret.
La gratitud de los dominicanos hacia los claretianos se aprecia en el número de calles con el nombre del santo diseminadas por la República. Hay denominadas Padre Claret y Antonio María Claret. La nombrada por el cabildo es “Claret”.
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Llegada de los claretianos
Según una de las páginas virtuales de esta congregación, los primeros misioneros llegaron el 5 de marzo de 1923 a dirigir el Seminario Conciliar Santo Tomás de Aquino en Santo Domingo. Su misión, narran, era la formación moral, intelectual y adecuada a las necesidades de los tiempos de los futuros ministros del altar en todo el país.
“Durante este siglo nuestra presencia se fue expandiendo y abriendo a nuevos horizontes misioneros” en Santo Domingo, Puerto Plata, San Francisco de Macorís y Jimaní-Descubierta, “que ha posibilitado un aporte de gran valía a la Iglesia desde la impronta que legó el fundador, San Antonio María Claret”.
Lamentablemente no se obtuvieron nombres de los sacerdotes pioneros ni de los que continuaron su preciada labor clerical. Estos datos tienen como fuente a Jairo Antonio Pérez, CMF, Secretario Provincial, y figuran en Google bajo el título de “100 años de presencia claretiana en República Dominicana (1923-2023) Misioneros Claretianos”.
Hay varias parroquias San Antonio María Claret. La más conocida es la que está en la calle Haim López Penha, urbanización Paraíso. Al lado funciona el que es, quizá, el más antiguo de sus colegios.
En el batey Bienvenido, Manoguayabo, y en Hato Nuevo, opera un centro atendido y dirigido por misioneras. Se trató de conocer esta comunidad, sin éxito.
Por otro lado, al anunciar el surgimiento de la Fundación Promoción Misionera Claretiana Dominicana, una entidad de derecho canónico sin fines de lucro, consignan: “Surge del amor que urge a los Seglares y Misioneros Claretianos, a promover el Evangelio de la Vida, optando por las personas vulneradas por la pobreza en cualquiera de sus manifestaciones, como un modo de ser cristianos en la Iglesia Católica Dominicana, al estilo de san Antonio María Claret”.
Antonio María Claret y Clará nació en España el 23 de diciembre de 1807, hijo de Juan y Josefa Claret. Fue arzobispo de Santiago de Cuba, confesor de la reina Isabel II de España. Fundó los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María y la Congregación de las Religiosas de María Inmaculada Misioneras Claretianas.
Creó una comunidad de eclesiásticos, un seminario y un colegio de segunda enseñanza. Fue beatificado en 1934 y canonizado en 1950. Falleció en 1870.
“Defendió la dignidad de los esclavos, fundó cajas de ahorros para campesinos y bibliotecas populares”, y se ocupó de la educación de menores. Se le atribuyen virtudes de “humildad, pobreza, mansedumbre, modestia y mortificación” y milagros de curación de enfermos.
La calle
El 13 de septiembre de 1999, se anunció la denominación de la calle “Claret”. Pero fue al año siguiente, al solicitar “los señores Párroco Norberto Padilla y Párroco Rómulo Fernández” y Olga Fernández que la calle 7 de la Urbanización Paraíso fuera denominada con el nombre de Claret, cuando se complació esa petición, el 30 de noviembre de 2000.