El sacerdote Rafael Torres divide su misión, su amor y su protección espiritual entre su natal Puerto Rico y su amada República Dominicana, donde auspicia a varias familias pobres con hijos que padecen enfermedades genéticas y que fallecen al llegar a una determinada edad.

Tiene 54 años de sacerdocio. Proviene de una familia pequeña de Ponce, de clase media. Felo buscó el carisma de evangelizar a los abandonados en su vocación infinita de ayudar. Fundó comunidades de familias de escasos recursos en sectores como La Habichuelita, en el kilómetro 8 1/2 de la carretera Sánchez. A sus 83 años no para de trabajar.

Sube una loma de Puerto Rico para visitar a niños, lo mismo que ir a África a trabajar con enfermos o adentrarse en comunidades de Jarabacoa en República Dominicana. Ha hecho resistencia a la ocupación de la Isla de Vieques en Puerto Rico por parte de los Estados Unidos y fue apresado por sus ideas, con la misma fe que lleva el evangelio a desposeídos. A los 19 años decide ser sacerdote. A los 27 años es ordenado.

“Pero mi entrega fue a los 19 años, cuando sentí que el Señor me llamaba y me amaba tanto, que me dijo: -aunque tu hubieras sido el único ser en el mundo, mi amor personal, íntimo por ti es tan grande, que hubiese nacido en el pesebre y muerto en la cruz-”.

Sus colaboradores en la iglesia Las Mercedes de la comunidad San Lorenzo de Puerto Rico, no entienden cómo puede llevar su consagrado ministerio de visitar a los enfermos a su edad, conducir un auto, oficiar eucaristía y atender a las víctimas de huracanes, terremotos, y ahora del coronavirus en Puerto Rico.

Esta redactora lo conoció en 1989 y lo volvió a ver en el 2019. Es teólogo y trilingüe. Es formador de sacerdotes, estuvo a cargo de colegios católicos. Ha hecho misiones en México, en Níger y en Burkina Faso, de África.