“Padre, perdónalos”

“Padre, perdónalos”

La gran enseñanza del evangelio, no es el amor, sino el perdón de los pecados, y por eso dice: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
Todas las religiones y todas las culturas tienen este mensaje: “ojo por ojo, y diente por diente”, y, “el que la hace la paga”… pero, ¿no hay otra salida? En otras palabras, después que peco, ¿qué hago? ¿Me suicido? En realidad, “ojo por ojo” castiga el pecado, pero también procura la reparación. El punto es: si cometo pecado y recapacito, ¿no me queda otra oportunidad?
La experiencia clínica confirma que ‘los abusadores fueron abusados en la niñez’, y por alguna trampa mental difícil de explicar, reciclan lo que ellos mismos sufrieron. De ahí la pregunta: ¿quién castiga a los que me abusaron? El abusador es un enfermo, y actúa influido por los traumas de la niñez, pero esto no quita responsabilidad, sino que, junto con el castigo debe venir la oportunidad de ayuda. Además, ¿quién define el pecado imperdonable? El robo de los fondos públicos, por ejemplo, ¿no es pecado? Entonces, ¿por qué justificamos esto, y condenamos aquello?“Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque” (Ec.7.20), de modo que todos merecemos ir al banquillo de los acusados, aunque algunos pecados permanezcan ocultos, y otros pecados se pongan de moda.
Moisés ofreció una salida: “Si alguna persona del pueblo pecare… contra alguno de los mandamientos de Jehová… traerá por su ofrenda una cabra sin defecto, por su pecado que cometió… y será perdonado” (Lv.4.27-31). Este es el camino, pero había otro requisito: “El hombre o la mujer que cometiere alguno de todos los pecados con que los hombres prevarican contra Jehová y delinquen, aquella persona confesará el pecado que cometió, y compensará enteramente el daño, añadirá sobre ello la quinta parte, y lo dará a aquel contra quién pecó” (Nm.5.6-7). O sea, el cordero borraba el pecado, pero queda la reparación, y esto incluye confesar la falta [en el escenario que fuere necesario], y compensar el daño [de la forma que sea].
Juan el Bautista trajo un mensaje radical: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt.3.2), y las personas “eran bautizadas… confesando sus pecados” (Mt.3.6).La doctrina central del evangelio es el arrepentimiento, y la oportunidad de comenzar de nuevo, cada vez que sea necesario, y “hasta setenta veces siete” (Mt.18.22). “Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen” no niega el pecado, ni la necesidad de reparación, pero, afirma que el pecador puede tener una segunda oportunidad.

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