Un ángulo de la calle Padre Segura, en Villa Mella. Desaparecieron los rótulos. Foto/ Napoleón Marte
Fue modelo de espiritualidad, desprendimiento, generosidad y entrega a los pobres, enfermos y marginados, que además desafió el atraso de su tiempo. A su ingente labor pastoral agregó el desarrollo cultural y urbanístico de los lugares donde ejerció su ministerio sacerdotal.
El padre Ángel María Segura Bello, recordado y reconocido como “Padre Segura”, ensillaba la bestia para trasladarse en su lomo a oficiar misas, confesar, asistir moribundos. salvando los riesgos de empinadas montañas y solitarios montes.
En una oportunidad estuvo a punto de perder la vida cuando cayó a las aguas del río Yuca y fue arrastrado aguas abajo. Un experto nadador, Compaíto Mercedes, lo salvó.
En otra ocasión, mientras se apresuraba a impartir los sacramentos de la extremaunción a un feligrés, una rama de cambrón le rasgó un ojo del que quedó ciego pese a los esfuerzos de médicos de su época. Años después, un brote le afectó el otro ojo que ya padecía de cataratas y debió ser intervenido por el eminente médico español Hermenegildo Arruga y el dominicano Arturo Grullón, quienes pudieron salvarle la visión.
Logró con los gobiernos la donación de terrenos para construir iglesias y escuelas y para convertir en vías transitables los caminos de las olvidadas comunes donde fue misionero de la paz, el amor, la oración y el servicio al prójimo.
Debido a sus virtudes se designó inmediatamente después de su muerte una calle de Villa Mella con su nombre. Segura fue cura de ese sector, de La Victoria, de Yamasá, entre otros, durante casi medio siglo.
Cuando se cumplió el centenario de su nacimiento, se publicó un pequeño libro con ejemplares pinceladas sobre su vida. En la publicación figuran los dignatarios eclesiásticos con los que estuvo vinculado, casi todos grandes admiradores de sus obras, como los arzobispos Fernando Arturo de Meriño, Ricardo Pittini y Adolfo Alejandro Nouel, el cardenal Octavio Antonio Beras, el padre Rafael Conrado Castellanos y otros.
El 25 de mayo de 1933 escribía alegre y satisfecho a Castellanos, quien le invitó a participar en unos ejercicios espirituales, que asistiría porque en ellos podría “saborear los ricos y sabrosos frutos cosechados en tan santos días de verdadera espiritualidad, de los cuales salimos como renacidos a la gracia, así lo he experimentado en las ocasiones que he tenido el honor de formar parte en unión de mis amados compañeros”.
Apuntaba aguardarlos “con la misma ansia que esperaban los apóstoles el glorioso Día de Pentecostés para quedar confirmado en la gracia de Dios”.
Y así figuran en su expediente otras comunicaciones en las que se refleja la humildad del devoto clérigo que “sembró afectos y cariño en toda la ciudadanía”.
“Inclinado a servir a Dios”. -Ángel María nació el dos de agosto de 1876, en la ciudad intramuros de Santo Domingo, hijo de Juan Francisco Segura y Rosa Bello.
Desde pequeño, según los breves apuntes publicados, se sintió inclinado a servir a Dios. Primero pasó a ser monaguillo de la Catedral y después al Seminario Pontificio bajo la rectoría de monseñor Meriño. Terminados sus estudios teológicos “se convirtió en el “Padre Segura”, al cantar su primera misa en la Catedral Primada de América el tres de mayo de 1904”.
“Desde ese instante toda su vida iba a ser dedicada a propagar el culto divino a Dios Todopoderoso, fe que solo arrancó su muerte”.
Ofició misas en la iglesia del Carmen y desde los albores de su presbiteriado fue designado a la parroquia de Yamasá donde estuvo cinco años recorriendo apartados lugares como Esperalvillo, Guanuma “y todas las secciones de esa importante común”.
Luego fue transferido a Villa Mella y La Victoria. En ellas reorganizó las fiestas del Espíritu Santo, de la Virgen del Rosario, San Antonio y La Altagracia, siempre acompañado por el cantor Lalo Santana, quien además tocaba el armonio.
En Villa Mella creó las ermitas de Higüero, La Jina, San Felipe, Yaguaza y Sabana Perdida, algunas de ellas destruidas por el ciclón San Zenón de 1930 pero las reconstruyó.
Consiguió que se construyera la carretera que une la capital con Villa Mella y la fabricación de una barca más grande y segura para los campesinos de esa zona hasta que fue reemplazada por el puente Presidente Peynado.
La muerte sorprendió al padre Segura el 25 de septiembre de 1956, víctima de un cáncer que diezmó sus energías.
La calle. El 26 de octubre de 1956, el arzobispo de Santo Domingo, monseñor Ricardo Pittini, solicitó al Consejo Administrativo de Santo Domingo que una calle de Villa Mella fuera designada “Presbítero Ángel María Segura”, tomando en cuenta sus virtudes y la petición fue complacida el 12 de diciembre de ese año nombrando “Padre Segura” a la antigua calle “Rosario” de ese sector.