Pagar doble tras no pagar        

Pagar doble tras no pagar        

Cuando el Estado se atrasa sistemáticamente en pagarles a suplidores y contratistas, las consecuencias negativas  llegan por igual para los acreedores y para el deudor. En muchos casos, las moras aumentan con intereses el peso  de la deuda. En otros casos, el Gobierno  acepta  pagar mayores precios por lo que recibe, asumiendo  sobrecargos porque tardará en pagar. El círculo vicioso de incumplimientos en las  terribles relaciones entre distribuidoras de electricidad y generadores es prueba contundente de lo mucho que se fuñe el país cuando el sector público se acoge al método de gastar hoy para arreglar cuentas al año siguiente. En parte el Gobierno vive del fiado porque sus gastos crecen desproporcionadamente como sucedió en los desafueros 2008-2012.

Al atrasarse, el Estado achica  la economía  nacional mediante una iliquidez  que lleva a la descapitalización hasta a los poderosos. De que sea  malapaga por antonomasia devienen los cíclicos  apagones financieros. Y por esa causa también los hospitales entran en crisis, aplazan cirugías y rechazan pacientes  en medio de la carencia de insumos. Por ello  autobuses de la Omsa  quedan averiados  en cualquier punto de sus rutas al faltarles  mantenimiento a tiempo. Y de ahí que los proveedores del desayuno escolar amenacen a cada rato con suspender el servicio a las escuelas. Con ellos, ¡al fin! acaban de ponerse al día: ¿Hará verano esta golondrina?

Premio para celebrar y llorar

Hurra! Hemos reducido a la mitad el porcentaje de personas hambrientas y malnutridas de nuestro territorio. Es decir: más allá del Nueva York Chiquito enarbolado  como consigna del progreso, nos queda todavía un millón de seres humanos no rescatados del último extremo de la malnutrición. Si  el propósito de estimular a Repúblicas como esta a seguir luchando contra el hambre obliga a  celebrar que hayamos subido la mitad de la cuesta, injusto  sería  no llorar y lamentarse por los que faltan por salvar, que son tantos como los que  ahora habrían pasado a bien comidos. Como también sería una lamentable omisión callar la desazón que causa la falta de otras premiaciones que deberíamos obtener    por reducir  el alto índice  de jóvenes que ni estudian ni trabajan; por hacer retroceder la deserción escolar  y por reducir la alta tasa de estudiantes que no dominan  las ciencias que en verdad llevan al progreso. Al  New York chiquito.

 

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