Páginas de la Historia centroamericana

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Diomedes Núñez Polanco

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Si bien en la mayoría de las naciones de América Central se ha vivido en un alto grado de controversia en recientes procesos electorales, por una razón o por otra, además de las guerras civiles que han padecido, sus países se hicieron independientes de España creando la República Federal de Centroamérica.

Y fueron exitosos frente al estadounidense William Walker y sus filibusteros, cuando, además de Nicaragua, a mediados del siglo XIX, estos se propusieron gobernar los cinco territorios centroamericanos forjando una gran alianza de Gobiernos y pueblos.

Veamos el caso de Costa Rica: en sus años de bienestar, antes de 1870, figuró entre los tres países de América Latina que, según los diarios de San Francisco, California, importaron oro de esa ciudad en cantidades importantes, desde el 1 de enero hasta el 30 de junio de 1856. Las otras dos naciones eran Colombia y Perú. En septiembre del año anterior, se había celebrado en París el Congreso Internacional de Estadística, y Costa Rica fue el único país americano que contó con delegado, en la persona de su encargado de Negocios en la capital francesa, Gabriel Lafond.

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Luego de conocer esas informaciones no ha de extrañar que esa nación centroamamericana se diera el lujo, durante la Guerra Nacional contra el filibusterismo, casi increíble para la época, de llevar una imprenta a los campos de batalla a fin de imprimir decretos y proclamas que se publicaban en cuatro idiomas (español, inglés, francés y alemán).

Además de que en sus filas había alemanes, franceses y españoles, el interés de los costarricenses en publicar las proclamas en idiomas diferentes partía de las presencia de mercenarios de diversos países en los ejércitos filibusteros. Algunos de esos manifiestos iban dirigidos a los soldados del bando contrario, como aquel en que se señalaba que todo filibustero tomado con las armas en la mano sería fusilado, y quien no las hubiese empleado contra Costa Rica y las depusiera voluntariamente sería perdonado. A renglón seguido, como advertencia, agregaba la lista de los prisioneros ejecutados en la batalla de Santa Rosa.

Al tratar sobre las diferencias de la evolución social y económica de Costa Rica con los demás países de la zona, Juan Bosch señala lo siguiente:

“El observador inteligente que haya advertido la diferencia que hay entre Costa Rica y sus vecinos de la región, observará que a Costa Rica no ha llegado nunca un ejército imperial, ni siquiera el español; de manera que por azares de la historia, aunque el imperialismo en su forma económica y con sus consecuencias políticas ha operado en Costa Rica desde hace casi un siglo, ese pequeño país del Caribe se ha visto libre de los gérmenes malsanos que deja tras sí una intervención militar extranjera.(…).”

Como ha podido observarse, Costa Rica estaba llamada, por muchas razones, a encabezar la lucha de los pueblos de la región contra le filibusterismo.

Luis Molina, encargado de Negocios de Costa Rica en Washington, escribía el 6 de diciembre de 1855 al secretario de Estado, William Marcy, sobre la presencia del filibusterismo en Nicaragua, y la calificaba de “un gran crimen complejo, multiforme, fraguado y comenzado a ejecutarse dentro del territorio de los Estados Unidos y continuado sin interrupción en el ajeno por ciudadanos norteamericanos, con recursos, ayuda y hasta cierto punto, con la fuerza moral de la nación norteamericana, contra la vida de Estados pacíficos y amigos”.

La actitud de Molina y la del propio Gobierno de Costa Rica durante el tiempo que permaneció William Walker en Centroamérica, partía, en gran medida, del nivel de conocimiento y sensibilidad del pueblo costarricense.

Para mayo y junio de 1856 serían una realidad las fuerzas aliadas centroamericanas.