Pagos innecesarios

Pagos innecesarios

COSETTE ALVAREZ
Si nos ponemos a calcular todo el dinero que pagamos innecesariamente, entenderemos gran parte de nuestra olla. Aparte de los miles de pesos que regalamos a las distribuidoras de una energía que mientras menos llega más cara nos cuesta, así como las tantas facturas por servicios que tampoco llegan, o que llegan como y cuando al beneficiario de nuestro dinero le da la gana, pensemos un poco en lo siguiente: No sé a partir de qué criterio han decidido los corredores de alquileres cobrar todo un mes de comisión a los inquilinos, en vez de cobrar, lo que sea que haya que pagar, al propietario que es quien está haciendo el negocio.

Cuando usted ve un anuncio de alquileres que dice 2 + 1, no significa dos depósitos y un mes por adelantado, sino dos depósitos y un mes de regalo para un corredor que ha puesto un anuncio en la prensa, su letrero en la vivienda y, no siempre, se ha desplazado a mostrar el inmueble en alquiler, con lo que presta un servicio -por lo general de quinta- al propietario, demasiadas veces de quinta también, que las vivienda caen en una numeración mucho más alta. Sería muy diferente si el posible inquilino solicita a un corredor que peine los barrios de la capital buscándole una vivienda en alquiler. Ahí sí puede el corredor decir que está prestando servicios al inquilino, pero de lo contrario, ¿a santo de qué? Hay algo mucho más aberrante y es la venta, por parte de los bancos, de los inmuebles adjudicados por falta de pago a los préstamos hipotecarios. El tema de la adjudicación, lo dejaremos para mejor momento. En todas partes de la bolita del mundo y por supuesto también de acuerdo a nuestras leyes, el banco, una vez logra que se le adjudique la propiedad de un inmueble que sirvió como garantía a un préstamo, tiene derecho a recuperar su dinero mediante la venta del mismo. A recuperar su dinero, repito, que es el monto de la deuda, y no el monto de la deuda más lo que ya el perdedor de la propiedad había pagado más la plusvalía, como se practica en nuestra nación, incluso en los bancos del Estado.

Otro asalto a mano armada: ¿Cuántas veces inscribimos a nuestros hijos e hijas en las instituciones donde estudian, hacen cursos o se entrenan para cualquier destreza? ¿Por qué hay que pagar una cuota de inscripción elevadísima, que nadie nunca ha sabido justificar, todas y cada una de las veces que los cursos comienzan? Ahora que mi hija estudia en una universidad de ciclos trimestrales, entiendo menos que nunca por qué tengo que pagar, antes cuatro, ahora cinco mil pesos trimestrales por concepto de inscripción, que no cubre absolutamente nada, porque el costo del carné viene aparte, el precio de los créditos también y, bueno, ¿para qué seguir enumerando? No sé por qué los estudiantes tienen que inscribirse en la misma institución cada vez que comienza un ciclo. Imagínense, una carrera de más de veinte trimestres, sólo de inscripción son más de cien mil pesos que no se explican, que no pagan nada, pero que se nos obliga a desembolsar. No me negaría a pagar una reinscripción en caso de abandono temporal de los estudios, o de cambio de carrera, pero así nada más, por decir se cobra, sólo tiene un nombre. No crean que el peor de los casos es el de los estudios universitarios. Vayan a un pre-escolar para que gocen. Y los organismos del Estado, bien gracias.

Me contaron de una clínica privada que, encima de la tarifa por habitación, que no es nada barata, cobra a los pacientes internos la friolera de doscientos pesos diarios por consumo de electricidad y, casualmente, los aires acondicionados no funcionan, que aun funcionaran, deberían estar réquete incluidos en la tarifa por el cuarto. Oigan, pero ni que den electroshock a todos y cada uno de los internos más sus visitantes,. Bueno, y desde hace años, cobran una barbaridad por el uso del teléfono. Ya sabemos de los documentos y depósitos monstruosos que exigen así sea en la peor de las emergencias, más los sonados casos de pacientes, incluyendo recién nacidos, convertidos en rehenes cuando no se logra completar el pago de tales imprevistos. Para eso, nunca ha habido gobierno en este país.

El colmo es una tienda que cobra una cuota anual por una tarjeta para tener derecho a comprar en ella. Si me dijeran que venden más barato que en algún otro lugar, o que dan un servicio de primera a los clientes, entendería la existencia de la tarjeta y su pago. Pero la tienda es carísima, de autoservicio, no dan transporte a las mercancías pesadas o voluminosas, y para que conste cómo somos, vive llena de personas a quienes se nos llena la boca alardeando de pagar la membresía del exclusivo club de compras, y llevando más gente a gastar.

¡Ah! ¿Y las financieras? Sabrá Dios quién las regula. Unas tasas de interés del carajo. Aunque se salde el préstamo al día siguiente de haberlo tomado, hay que pagar obligatoriamente seis meses de intereses. Y, para que no demos por terminados los gastos, si bien se ocupan eficazmente de poner oposición a la matrícula para que no podamos vender el carro en garantía, a la hora de levantar el impedimento, para liberar la matrícula, pretenden que nosotros paguemos y hagamos el trámite.

Pero, señores, si les entregué mi matrícula sin restricciones, les pagué todo lo que quisieron cobrarme, más del cuarenta por ciento anual (por ejemplo, cuarenta y dos mil seiscientos pesos por un préstamo de treinta mil, en doce pagos de tres mil quinientos cincuenta pesos mensuales), lo menos que deben hacer es devolverme mi matrícula tal como se la entregué: transferible. Por mí, pueden guardarla de recuerdo y hasta enmarcarla si gustan. Para que no diga más nada, alegan que el carro está más seguro así, en caso de que se lo roben.

Entonces, queridos lectores, no olvidemos ni por un instante que lo que diga Leonel, eso es lo que va y, por supuesto, asistamos en loca caravana a la feria de conmemoración de los diez años del primer ascenso al poder y los logros peledeístas. Eso sí, tratemos de no sudar, que no hay agua para bañarnos.

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