Pagos y apagones

 Pagos y apagones

Un recurso útil para mejorar las relaciones entre usuarios de la electricidad y las distribuidoras puede comenzar a funcionar en el seno mismo de los barrios pobres. Como la gente suele vivir afectada por problemas urbanos, se organiza más que antes en juntas de vecinos para canalizar reclamos y coordinar esfuerzos.

Además, en el marco de los vecindarios, el párroco católico y el pastor protestante suelen ejercer gran influencia. La pequeña iglesia o capilla de la esquina funciona a veces como segundo hogar de muchas familias y regularmente el evangelizador establece sintonía con los asuntos puramente espirituales de su feligresía lo mismo que con las vicisitudes de la vida material. Entre la comunidad agrupada en vecindarios y las entidades que suministran energía debería existir un puente para la reciprocidad. Fijar un pago mínimo por consumo de electricidad –que tome en cuenta la realidad del ingreso predominante en medios urbanos- es lo único que podría integrar a la facturación a los sectores pobres que se encuentran conectados irregularmente a las redes. A los barrios se les debe dar la oportunidad de asumir compromisos de pago razonables a cambio de recibir más luz.

Prejuicios poderosos

El asesinato de un niño de trece años fue la chispa que inició antier un brote de agresiones y rechazo a los haitianos asentados en el sector Pueblo Nuevo, de Mao. La muerte de Dicórides de Jesús Caba fue atribuída a un haitiano que había estado preso por agredirlo en un incidente anterior. Se trató de una reacción excesiva e injusta de gente de esa comunidad que ha pretendido repetir los acontecimientos de Hatillo Palma, Monte Cristi, donde meses atrás ocurrieron actos de represalia -hasta causar algunas muertes incluso- contra varios haitianos en venganza porque alegadamente individuos de la misma nacionalidad habían asesinado a una comerciante. Se trata de comportamientos que expresan animadversión y prejuicio y que conducen a provocar daños a personas en función de su etnia y procedencia territorial y no de su relación real de complicidad con los presuntos autores de un crimen. Pero además, con frecuencia en este país las muchedumbres pretenden «hacer justicia» con sus propias manos como respuesta a los actos delictivos que ocurren a su vista, lo que ya no es producto de fobias raciales. Se deriva del sentimiento de impotencia que domina a muchos dominicanos que no creen que la justicia y la Policía hacen lo suficiente para escarmentar a los pillos al tiempo de proteger a los ciudadanos pacíficos.

Egolatría política

Es cierto que muchas veces, en este país la política se practica sin una estricta subordinación a los intereses nacionales. Las actitudes y opiniones de los dirigentes parecen corresponder demasiado a la estrechez del rol que les esté tocando en un momento dado, y lo que les parecía bueno cuando estaban en el poder, deja de serlo si han pasado a la oposición. Aquí se ha llegado al extremo de no tomar medidas fuertemente obligadas por las circunstancias –como sería ajustar precios de los combustibles a las cotizaciones reales del petróleo- solo por suponerse que políticamente perjudicarían a quien tiene que asumir esa responsabilidad en la dirección de la cosa pública. A la inversa: en ocasiones se ha visto a los opositores de cualquier gobierno asumir actitudes sistemáticas de rechazo a las acciones y proyectos del oficialismo como si el supremo interés fuera negar su concurso a ejecutorias que podrían conducir a algún progreso pero que solo favorecerían políticamente al que manda.

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