País bajo tierra

País bajo tierra

POR  DOMINGO ABRÉU COLLADO 
Daño de origen humano en las cuevas

Hasta el artículo pasado estuvimos enumerando las causas naturales que ocasionan daños en el arte rupestre de las cuevas. Ahora pasemos a enumerar aquellas causas de origen humano, según la observación de los especialistas.

Las causas de daño más comunes son: 1) los impactos de proyectiles, 2) los “grafittis” por arañazos, 3) la sobrecarga de dibujos, 3) las inscripciones pintadas, 4) los rayados por cepillados, 5) los residuos de grabados y de moldeados, 6) las consecuencias industriales, 7) la acción de los animales.

Comenzemos con los impactos de proyectiles. Cuando se habla de “proyectiles” no se refiere necesariamente a balazos –aunque muchos han habido en nuestras cuevas– sino a objetos lanzados hacia su interior, contra sus paredes y formaciones calcáreas, contra los murciélagos y contra las manifestaciones rupestres indígenas. Esos proyectiles, al impactar en cualquiera de esas superficies, dejan su huella de daño.

Algunas personas que visitan cuevas por curiosidad van armadas de botellas, piedras, machetes, cuchillos, tubos, palos, varillas u otros objetos similares con el propósito de “defenderse” de algún posible ataque de un hipotético animal. Pero como no aparece animal alguno que muestre agresividad, descargan golpes contra cualquiera que aparezca (culebras, murciélagos, guabás, congorochos, sapos) o contra rocas, paredes y contra las pinturas y grabados. Así van dejando daños imposibles de resanar.

Entre los dominicanos es muy común el lanzamiento de botellas de vidrio hacia el interior de las cuevas. El estruendo producido por la rotura de los frascos parece dar seguridad a los vándalos, metiendo ruido para espantar el miedo, sin saber el daño que están causando. Los planazos con machete sobre las columnas, estalagmitas y paredes de las cuevas son un tanto comunes en los campos.

La necesidad de reparación de las pinturas así dañadas obliga a la utilización de mezclas de pigmentos para resanar en parte el daño ocasionado. También suele utilizarse material de la misma pared para disimular los golpes.

El segundo tipo de daño por causa humana indicado es la sobrecarga de dibujos. Esto puede ocurrir tanto en tiempo pretérito como en la actualidad.

Algunos grupos culturales realizaron pinturas y grabados sobre manifestaciones rupestres anteriores, causando daño sobre las más antiguas. Esto lo hemos encontrado, por ejemplo, en la Cueva No. 2 de El Pomier. Igualmente en la “Cueva de José María” del Parque Nacional del Este, algunas pictografías fueron hechas sobre pinturas anteriores.

Hace unos 30 años, un grupo cultural de San Cristóbal rellenó con pintura de aceite azul algunos petroglifos de la Cueva No. 1, pensando que con ello ayudaban a realzar la presencia de esos grabados. El daño fue corregido luego cuando rescatamos esa cueva de los “grafittis” que la inundaban.

Todavía existen “investigadores” rupestres que rellenan con tiza o harina de trigo los petroglifos para facilitar su fotografía. Igualmente, señalan lugares en las cuevas con tiza. Ambas prácticas resultan dañinas para las manifestaciones parietales indígenas de las cuevas.

Esas sobrecargas suelen ser a menudo posibles de eliminar, con excepción de los casos en que se han utilizado objetos punzantes y las pinturas han sido rayadas.

Otra sobrecarga ocurre cuando se encienden hogueras en el interior de cuevas y abrigos. Nuestros monteros y pescadores recurren a ellos durante sus jornadas de trabajo. Algunas personas incluso incendian neumáticos en el interior de cuevas para iluminar su interior. Ambas prácticas cargan de humo, hollín, carbono y polvo las pinturas y grabados indígenas haciéndolas muchas veces ilocalizables.

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