País Bajo Tierra

País Bajo Tierra

POR DOMINGO ABRÉU COLLADO
Más daños por causas humanas

“Marcar” es un acto de todos los animales. Se le llama “marcar” (en la observación y estudio de los animales) a la acción de éstos de identificar un lugar con su presencia, con su dominio; de avisar la propiedad del sitio, advertir de la jefatura sobre determinado grupo o territorio. La acción de “marcar” lleva inherente también una intención sexual, cuando se trata de la relación entre machos y hembras en manadas o en total independencia.

La acción más común entre los animales para “marcar” su territorio es orinar en diferentes puntos de éste, como también restregarse contra piedras, troncos y paredes. De manera que la particularidad del olor quede impresa e inconfundiblemente identificable, cosa que vemos diariamente en los perros, por ejemplo.

“Marcar” es también una acción propia de los seres humanos; heredada, atávica, animal, primate. Sin embargo, es una actitud que ejercemos la mayor de las veces involuntariamente, empujados por un instinto que la mayoría de las personas desconoce.

En la relación sexual, por ejemplo, en una reunión informal de hombres, la llegada de la compañera de uno de ellos será seguida inmediatamente por una acción del hombre: un beso, tomarla por la mano o por el brazo, mesarle el pelo, sentarla a su lado, tomarla por la cintura… más que un acto de afecto es un acto de “marcar su propiedad”.

En el desarrollo social esas demostraciones o “marcas” han sido sustituidas por la presentación formal. No obstante, esa sustitución es relativamente forzada, por lo que a veces el hombre tiende a incluir en la presentación formal una de las acciones indicadas, pues además del individuo está el “macho carnal”.

Esta acción de “marcar”, aunque es más común en los hombres, también es compartida por las mujeres, y a veces con mayor vehemencia que los hombres. Y en ambos casos, tanto en hombres como en mujeres, la necesidad de “marcar” se manifiesta con una necesidad fisiológica: la necesidad de orinar, cosa que ocurre al llegar a un sitio o al encontrarse con la compañera o compañero. Una herencia definitivamente animal.

Probablemente sea esa la razón por la que la gente se siente obligada a “marcar” su paso por las cuevas que visita, una intención involuntaria de imponerse, de establecer dominio, de advertir sobre su presencia, de anunciar su capacidad de conquista, principalmente si se encuentran presentes seres del sexo opuesto.

La llegada a una cueva incita a orinar, pero también a dejar alguna marca que indique que se estuvo ahí, que se logró una hazaña. Por ello se recurre a mucho más que orinar, se utilizan marcadores, tinta, pintura o cualquier otro tipo de material que sirva para dejar la marca en lugar visible.

Cuando se trata de un grupo organizado, la marca advertirá la intención de toda una pequeña colectividad en la que cada uno de sus componentes está motivado por el mismo instinto, pensando en la misma cosa: “marcar” el sitio conquistado.

Esa intención ha echado a perder miles de manifestaciones rupestres en todo el mundo, pues es la misma reacción en toda la gente. Solamente cuando se trata de personas que ya están condicionados a no reaccionar instintivamente frente a las cuevas, a sus paredes, a sus formaciones y a sus pinturas rupestres, el instinto en ellos será reprimido y la intención de “marcar” se desvanecerá. Es por ello la necesidad de educar a la gente en torno a este tema.

Las inscripciones pintadas y marcadas en las cuevas son uno de los daños más abundantes en todo el mundo, y todo por ese afán instintivo y primate de los seres humanos en dejar la marca de su paso y su presencia donde quiera que van, aunque ello implique la destrucción de obras de arte rupestre indígena, en el caso de las cuevas.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas