País bajo tierra

<P>País bajo tierra</P>

POR DOMINGO ABRÉU COLLADO
Cuevas, mujeres y agua
A propósito de las actividades organizadas por Instraw, relacionadas con las mujeres y la gestión integrada de los recursos hídricos, se me ocurren algunas notas relacionadas con las cuevas, las mujeres y el agua desde milenios.

La femineidad e identificación de las cuevas con las mujeres está reiterada prácticamente en todos los mitos indígenas de América y el Caribe. Pero no es solamente con las cuevas en sí, sino también con el agua que existe en ellas. Es una vinculación que bien pudiera encontrar identidad planteado como “mujeres-cueva-agua” y “mujeres-útero-líquido amniótico”.

Aparte del conocido mito del origen de la humanidad a partir de una cueva que sustentaban los Taínos, otros mitos americanos insisten en ello. Ricardo Alegría, antropólogo puertorriqueño, hace una relación de algunos de estos mitos en su libro “Apuntes en Torno a la Mitología de los Indios Taínos de las Antillas mayores y sus Orígenes Suramericanos”.

Para los indios Carajá, del Amazonas, sus antepasados vivían bajo tierra, hasta que un día un jefe llamado Kabois, habiendo oído el grito de una sarema (un pájaro) siguió la procedencia del grito hasta que llegó a un agujero que lo llevó a la superficie del mundo exterior.

Los primeros indios Mundurucú, de la línea tupí-guaraní, del Brasil, salieron de lo profundo de la tierra cuando fueron descubiertos por Rairu, el hijo o compañero del Creador. Éste, utilizando una cuerda de algodón, logró que los hombres salieran a la superficie. Dice el mito que no todos lograron salir, ya que la cuerda se rompió.

Los indios Witoto, también del Amazonas, sostienen que sus antepasados provinieron de un universo subterráneo, que es el mismo de donde viene el sol en las mañanas.

Los Caduveo, de la región del Gran Chaco, fueron sacados de una caverna en la que vivían, ya que no salían más que por las noches para robar pescados a Onoenrodite, uno de sus personajes mitológicos. También los indios Chamacoco y los Kashiha sostienen que sus antepasados surgieron de un mundo subterráneo del que no todos pudieron salir.

Creencias similares sobre la procedencia de la humanidad sostienen los Manaino, los Soloto, los Quechuas y los Chiriguanos, todos del Mato Grosso brasileño.

Los indios Maquiritares, de la amazonía venezolana, sostienen que cuando llegó el nuevo Wanadi (Ser Supremo) amaneció otra vez. Los hombres antiguos se alegraron; salieron uno por uno de sus cuevas para mirar el sol nuevo, el día nuevo… (Civrieux, 1970).

Los indios Yaruro, de los llanos venezolanos, aseguran que sus antepasados vivían bajo tierra hasta que fueron descubiertos por Hatchaiva, el hijo de la diosa Kuma, quien los había visto en la profundidad de un agujero. Pauna, la serpiente divina, los ayudó a sacarlos con una cuerda, pero el peso de una mujer embarazada rompió la cuerda y no todos pudieron salir.

Los indios Ayllus incaicos se creían también originarios de una gruta, una montaña o un lago, y el dios Viracocha, después de haber creado los hombres, “los hizo pasar bajo tierra para enviarlos a poblar el mundo”.

En cambio, las mujeres, según las diferentes mitologías, no tuvieron el mismo origen. Por lo regular son asociadas a la creación mágica a partir de la madera o de algún animal desconocido y con la intervención de algún pájaro.

Pero así como se asocia la procedencia de los hombres a una gran vagina de la tierra, quedó asociada la mujer a las actividades vinculadas con el agua, desde la fabricación de las vasijas –las que hacían a su imagen, con vientre abultado de preñez y senos hinchados– hasta la búsqueda del agua en las cuevas, donde casi siempre encontramos sus huellas de vasijas rotas.

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