País bajo tierra

País bajo tierra

Aprovechando el segundo fin de semana largo de enero (del 24 al 26), nos fuimos a la Sierra de Bahoruco con el plan de descender al Pocimán Diablo y pasar la noche en su interior. Claro que no era solamente dormir en su interior, sino aprovechar la permanencia en el fondo del enorme pozo para observar el comportamiento de los animales que suponíamos habitaban en él, según las apreciaciones que tuvimos en la primera visita, la única vez que se había descendido a esta cavidad.

Pocimán es un calificativo utilizado en la Sierra de Bahoruco para nombrar a las cavidades verticales. El nombre de “Diablo” lo habrá adquirido por el temor que infunde contemplarlo desde su borde.

Para llegar hasta él recurrimos de nuevo a la experiencia montera de Julio César Arache (Macuso). Igual que la vez pasada debimos pernoctar en la Cueva de la Malagueta. Esta vez participamos Andrales Abréu, Alfredo Roldán, Osvaldo Orsini, David Morera y yo. Junto con Macuso nos acompañaron Paquita, su mujer, y su hijo Beny.

Algo que previmos para este viaje fue el uso de cuerdas nuevas para el descenso y el posterior ascenso, puesto que estar seguros de la funcionalidad y seguridad del equipo, principalmente en esas circunstancias, es un elemento fundamental para ocupar el pensamiento en los propósitos de la expedición. Una cueva horizontal o de no mucha profundidad no preocupa a la hora del descenso o el ascenso, pero el caso de Pocimán Diablo es para dedicarle buena parte del tiempo al acceso de sus fondos.

Sin embargo, el “enemigo” más importante a tomar en cuenta para el acceso a esta cavidad no es exactamente su profundidad, sino el trayecto a pie a través del bosque seco hasta él. La imposibilidad de cargar con la gran cantidad de agua que demanda moverse por tres días dentro del bosque seco; más la carga que constituiría llevar comida cruda para cocer en campamento, limitan las fuerzas y hace más extenuante, tanto el acceso al Pocimán como su retorno. Pero igualmente se torna extenuante en mayor grado el regreso a pie a través del bosque seco, medio deshidratados, mal comidos y peor dormidos.

Aunque esperábamos encontrar vida animal en su interior no dejó de sorprendernos la presencia de una población de iguanas rinoceronte en el fondo del Pocimán. La sorpresa reside principalmente en la imposibilidad que tienen estos animales para descender hasta el fondo de la cavidad, como tampoco es posible que hayan sobrevivido sean las que están o sus precedentes a una caída de más de 80 metros de profundidad. Lo más probable es que hayan llegado hasta el fondo hace varios cientos de años a través de alguna otra abertura que se cerró luego.

En adelante, las iguanas “atrapadas” en el fondo del Pocimán Diablo procrearon, y aunque no se encuentran en las mismas condiciones que las iguanas de la superficie, parecen haberse adaptado al tipo de vida en medio de un bosque diferente, sin cactáceas, con árboles altos, con muy pocas horas de sol y con una alimentación restringida a sólo tres o cuatro especies vegetales, puesto que las iguanas no son carnívoras.

Aunque solamente vimos una iguana juvenil (muerta) y una adulta, deducimos por la relativa abundancia de excrementos de estos reptiles que la población es de varios ejemplares. Igualmente, si había una juvenil, se supone que ha habido nidadas de ellas.

Aunque el plan era utilizar parte de la noche en el interior del Pocimán para observaciones de la actividad animal, el agotamiento por la caminata del día anterior (sábado) y la caminata del domingo hasta la cavidad, más el esfuerzo del descenso, no nos dejó suficientes fuerzas como para pasar la noche en vela acechando a los demás habitantes. Además, el lunes debíamos iniciar la salida temprano del pocimán, el ascenso nos tomaría mucho más tiempo, y la caminata que nos esperaba para salir a la carretera sería bastante agotadora.

De todas maneras, aprovechamos el tiempo de la tarde del domingo para medir el interior de la cavidad mientras recorríamos pormenorizadamente todo el interior por si encontrábamos alguna otra información que nos interesara.

El Pocimán Diablo es un atractivo en sí mismo, principalmente por su aspecto, y sería un elemento llamativo para la realización de un sendero por el bosque seco de tres o cuatro días hasta llegar al Hoyo de Pelempito y subir terminando el sendero hasta el Centro de Recepción construido por la Secretaría de Medio Ambiente.

Sin embargo es bueno advertir lo siguiente: un sendero de esa naturaleza es para una actividad extrema, para personas y grupos en busca de duras experiencias, no para paseantes. Ni el ascenso al Pico Duarte, ni cualquier otro sendero demandaría más esfuerzo y prácticas de supervivencia que un sendero a través del bosque seco de la Sierra de Bahoruco

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