País bajo tierra
Consecuencias industriales en el daño rupestre

País bajo tierra <BR>Consecuencias industriales en el daño rupestre

POR  DOMINGO ABRÉU COLLADO 
El crecimiento industrial ha ocasionado daños -a veces irreversibles- prácticamente en todos los ecosistemas del planeta. Hace poco se exceptuaban los polos, pero ya el daño por el crecimiento industrial llega hasta allá.

Las cavernas y el arte rupestre que han guardado por miles de años y hasta por decenas de miles de años, también han estado expuestos a esos daños, tanto por consecuencias físicas –como ocurre con la explotación de canteras– como por consecuencias contaminantes, implícitas aquellas, ocasionadas por la penetración de smog al interior de abrigos y cuevas.

El crecimiento industrial, que demanda la construcción de carreteras, que provoca vibraciones con el paso de vehículos pesados, que contribuye a la formación de lluvia ácida, y que incluye también la construcción de presas, ha ocasionado (y ocasiona todavía) grandes pérdidas al documento rupestre que significan las pinturas y grabados aborígenes en todo el mundo.

Uno de los ejemplos que cita Pierre Vidal en su libro El Arte Rupestre en Peligro, es la “puesta en marcha de la presa de Krasnojarsk, sobre el río Yenisei, en 1969, creando una retención de aproximadamente 400 km, sumergiendo varios centenares de figuras rupestres en la cuenca de Abakan-Minusink en Rusia y Khakasia”.

Sin embargo, estos daños pueden evitarse cuando se puede documentar apropiada y eficientemente el elemento rupestre de la cueva amenazada, y cuando se puede sensibilizar a quienes lo ponen en peligro. Un ejemplo de ello lo cita también Pierre Vidal: “Un proyecto parecido (al de Krasnojarsk) ha podido ser evitado últimamente en Foz Cóa, Portugal”.

En la República Dominicana el caso más dramático en relación con la expansión industrial y el arte rupestre fue la situación del arte rupestre de las Cuevas del Pomier, en San Cristóbal, un conjunto de miles de pinturas aborígenes y grabados que iban a ser destruidos por la explotación de calizas, y que gracias a la intervención del Espeleogrupo de Santo Domingo y de organizaciones espeleológicas, arqueológicas y rupestrológicas de todo el mundo, fue posible evitar y lograr su protección total.

Un caso de la República Dominicana que no se pudo evitar fue el de la inundación de la Cueva del Peñón de la Sabana, con numerosos petroglifos, la que fue inundada por la construcción de la Presa de Hatillo, en Maimón, entre Bonao y Cotuí.

Otros daños sobre el arte rupestre asociados a las actividades humanas son los rayados ocasionados en el transcurso de limpieza en las cuevas, realizadas a veces por obreros o personal no calificado.

Aun en los trabajos de relevamiento del arte rupestre se pueden ocasionar daños, como ocurre con el uso de materiales que dejan residuos entre las fisuras de los petroglifos, como son –según cita Vidal– los papeles denominados “micalente”. Son papeles frágiles que bajo el efecto de las fisuras, las asperezas se desgarran y dejan escapar la tinta prácticamente indeleble”.

Otros materiales que pueden causar daños, según Vidal, son los elastómeros para rellenado. En algunos casos, dice el autor, “es necesario recordar que la fragilidad de ciertos soportes necesita su consolidación previa, incluso la prohibición de toda intervención”.

Finalmente, no puede quedarse la mención del daño que ocasionan los animales que frecuentan las cuevas sobre las manifestaciones rupestres, tales como las deyecciones de murciélagos y aves, las construcciones de nidos o galerías de algunos insectos, algunos mamíferos que acostumbran restregarse contra las paredes en abrigos y entradas de cuevas.

En la Cueva de las Maravillas encontramos daños ocasionados por cerdos salvajes que afectaron no el arte rupestre, pero sí un enterramiento aborigen que fue seriamente removido por el hozamiento de estos animales.

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