País Bajo Tierra
La Cueva de Francöis

País Bajo Tierra <BR><STRONG>La Cueva de Francöis</STRONG>

POR DOMINGO ABRÉU COLLADO
Nadie le conocía nombre, como tampoco nombre tiene el arroyo (casi río) que en ella se vierte en épocas de lluvias, y del que no se sabe dónde van a desembocar sus aguas, pues ya dentro de la cueva ésta lo sorbe por completo y luego de hacer unas gárgaras se las traga por completo.

Le pusimos por nombre Cueva de Francöis, porque fue Jean Francöis Belanger quien se comunicó con dos miembros del Espeleogrupo de Santo Domingo: David Morera y Alfredo Roldán, indicándoles su interés en estudiar una cueva que se encuentra en las inmediaciones de un área de explotación de calizas en el paraje Jamito, de Las Terrenas, Samaná. Pero esto tiene su historia.

La empresa que explota calizas en Jamito es Aedo Comercial, y las primeras informaciones que tuvimos de esa empresa y la cueva decían cosas como éstas: “…el horrendo crimen contra la ecología, la salud y el potencial turístico de la zona, que se está cometiendo en la comunidad de El Jamito”. Otra: “Que la compañía  Aedo Comercial, S.A. pretende destruir las lomas en cuyo seno existen varias cavernas o cuevas, las cuales son visitadas por turistas y habitantes de las zonas, constituyendo dichas cavernas un patrimonio natural de la nación…”. Otra, y esto es al presidente de la República, que le solicitan “detener y evitar este desastre ambiental, donde la población estaría desprotegida y contaminada, afectando la salud y el equilibrio ecológico y ambiental de todas las especies de seres vivos que convergen en la población…”.

Parecería que quien escribió esto está hablando poco menos que de las lluvias de fuego y azufre bíblicas, o donde Bin Laden se volvió loco tirando bombas de napalm, atómicas y llenas de ántrax y del virus de la gripe aviar, todo cayendo en esa comunidad de Las Terrenas, en Samaná. Y es que quien lo escribió es un abogado, no un ecologista o técnico ambiental. Y ese es un problema que pudiera afectar al movimiento ambientalista del país, que les usurpen sus funciones.

En realidad, la cueva era el vertedero de la zona, puesto que toda la basura de la comunidad de Jamito era depositada en la cañada que va a la cueva, y cuando llovía, el agua arrastraba la basura haciéndola desaparecer. Claro, ocurriendo el famoso mito de que todo lo que usted deja en una cueva “los indios” se lo llevan.

A la cueva nunca ha ido ni medio turista, puesto que a 10 metros de la entrada hay una vertical de 15 metros y agua en el fondo, por lo que para que un turista baje por ahí debe haber recibido entrenamiento y contar con todo el equipo necesario para el descenso y luego para ascender.

La cavidad tiene un desarrollo superior a los 300 metros de longitud, con alturas en su interior medio de casi 40 metros, grandes formaciones espeleotemáticas y continuidad de la escorrentía de las aguas que penetran a ella hasta zonas imposibles de acceder, convirtiéndose el área final en zona de infiltración.

Geológicamente, lo más llamativo de esta cueva es que una gran parte de ella se abrió a través de conglomerados de clastos de diferentes calibres. Grandes rocas evidencian un arduo trabajo mecánico de desgaste ejercido por esos clastos desprendidos y arrastrados por las aguas, convirtiéndolos en poderosos proyectiles contra paredes y rocas.

A los 200 metros de la abertura que utilizamos para acceder a la cueva, se abre la que pudiera ser considerada su verdadera entrada debido a sus dimensiones. Un techo de veintena de estalactitas evidencian la influencia del viento durante su proceso de formación. Por esa misma entrada ha penetrado una enorme cantidad de lodo, humus y arcillas, probablemente como consecuencia de arrastres por lluvias.

No obstante, la extensión de la cueva, lo magnífico y gran iluminación de su “segunda” entrada, la existencia de agua y los espacios hábiles para que ocurrieran, no encontramos ni en su interior ni en sus entradas evidencias de haber sido utilizadas por grupos aborígenes.

Es posible que esta cueva sugiriera desde siempre cierto “espanto” por el ruido que debe producir la monumental entrada de agua en épocas de lluvias, razón por la cual debe haber sido asociada a cualquier cosa menos a dioses bienhechores. Quizás por eso no fue utilizada por nuestros aborígenes, aunque sabemos que estuvieron en la zona.

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