¿País de ensayo?

¿País de ensayo?

La República Dominicana ha operado como una especie de laboratorio de ensayo en el que son probados los efectos, benignos o mortíferos, que sobre los seres humanos provocan determinadas sustancias, sean medicamentos o cualquier otra cosa.

Esto es posible porque, según las evidencias, las autoridades sanitarias de este país son las últimas en enterarse o actuar cuando el uso de determinadas sustancias en seres humanos es proscrito en países que nos llevan muchos años luz en lo que se refiere a desarrollo.

En estos días se ha divulgado abundante información acerca de los fármacos «Vioxx», para el tratamiento de la artritis, y «Celebrex», un revitalizador neurológico, a los que se atribuyen efectos secundarios indeseables. Su empleo ha sido proscrito en los Estados Unidos, pero aquí se continúa su venta como si tal cosa.

Pero eso no es lo único que ocurre aquí en esta materia. La República Dominicana opera también como un paraíso de facilidades para la introducción y producción de medicamentos falsificados que ponen en serios riesgos la salud de quienes los usan. Aunque las autoridades sanitarias se han referido al asunto en reiteradas oportunidades, siempre omiten nombres de empresas, sean legítimas o fantasmas, y jamás son divulgadas las identidades de sus cabezas.

Dicho en términos populares, las autoridades deben enpantalonarse para ponerle fin a este festival comercial que tiene como blanco principal la salud del pueblo dominicano. Aquí es necesario que sean divulgados los nombres de todo el que se compruebe de manera irrefutable que está involucrado en comercio o producción ilícita de medicamentos.

Incorregible

El Aeropuerto Internacional de las Américas ha sido sometido a un proceso de modernización y mejoramiento de servicios.

En materia de seguridad y organización está bien acreditado en el área.

La empresa que lo tiene a su cargo, el consorcio Aeropuertos Dominicanos (AERODOM) ha divulgado abundante publicidad sobre sus logros, y nadie hasta el momento ha salido a refutarle.

Pero ejecutivos del consorcio, entre ellos su relacionista Ellis Pérez, confiesan que nada ha podido erradicar la práctica del macuteo, una de nuestras endemias.

Quizás la explicación más acertada en cuanto a la persistencia de esta práctica radica en su naturaleza misma, pues es una propia de quienes tienen por responsabilidad la prestación de algún servicio de carácter oficial. Hay quienes se las ingenian para exigir dinero a cambio de «agilizar» ciertos procedimientos, trámites y gestiones propios de viajeros que llegan a los aeropuertos. No hay duda de que el macuteo, como tal, o lo ejerce alguien con autoridad, o el que lo práctica cuenta con la anuencia o el apoyo de alguien con autoridad.

Por lo pronto, los organismos de seguridad que intervienen en la vigilancia del aeropuerto, así como las direcciones generales de Aduanas y Migración, particularmente, deben ponerse a una para ponerle fin a la odiosa práctica del macuteo y el acoso de viajeros en la terminal de Las Américas. Y que nadie alegue que no se puede.

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